El paso adelante dado ayer por el Gobierno Vasco mediante su emplazamiento directo a ETA con una propuesta concreta para un proceso de desarme “rápido, viable y efectivo” es consecuencia directa de la actual situación de bloqueo -y sin expectativas reales a medio plazo- y supone, dado el contexto en que se produce, una hoja de ruta factible, realista y comprometida para lograr el que sería el gran hito que está exigiendo la sociedad vasca hacia una paz definitiva. Más de tres años después del anuncio del cese definitivo de la violencia por parte de ETA, no es asumible que nada se mueva en ese escenario hacia la pacificación. La sociedad de Euskadi no puede aceptar que los inmovilismos, los intereses particulares o políticos y las dificultades propias de un proceso de estas características -que, evidentemente, existen y no son menores- aborten sus esperanzas de una convivencia pacífica. Tal y como plantea el Gobierno Vasco, los costes del no desarme son lo suficientemente altos e impiden en buena medida el propio desarrollo hacia la normalización como para no abordar la cuestión desde parámetros de racionalidad y viabilidad. En este sentido, la nota emitida ayer por la Comisión Internacional de Verificación (CIV) en la que se limita a anunciar que ha recibido informes de ETA -sin especificar- de que continúa con el sellado y puesta fuera de uso de sus armas, munición y explosivos y que la organización armada les ha reiterado su compromiso de culminar este proceso es, a estas alturas, decepcionante y muestra que ETA -por falta de voluntad real o por las dificultades sobrevenidas ante la actitud obstruccionista del Gobierno español- no está dando los pasos necesarios. Ante esta situación, el Gobierno Vasco ha tomado la iniciativa mediante una propuesta clara, que implica un papel activo de una representación de la sociedad vasca en la que el propio Ejecutivo juega un papel importante junto con agentes internacionales y del Foro Social y con el apoyo, en su caso, del Parlamento para una verificación efectiva del desarme, al que ETA debe comprometerse previamente. Se trata de una propuesta arriesgada pero viable -quizá la única posible en las actuales circunstancias- que debe ser valorada sin apriorismos y cuya aceptación por parte de ETA marcaría el inicio de una nueva etapa para la paz en Euskadi.