La identificación a cargo de los servicios de inteligencia de un segundo ciudadano francés en el grupo de yihadistas que aparecieron recientemente decapitando a soldados sirios y a un trabajador humanitario estadounidense es una nueva señal muy preocupante del grado de penetración del terrorismo islamista. Hace tiempo que se sabe que la capacidad de captación rompió la barrera geográfica del mundo islámico y que su radio de acción ha alcanzado Europa, sobre todo aquellos países con importantes comunidades de origen musulmán. Pero el último crimen filmado y divulgado por el Ejército Islámico ha permitido conocer que la atracción por la sangrienta yihad de este y otros grupos terroristas que operan en Oriente Medio y Afganistán también atrapa a jóvenes sin lazos con el Islam, convertidos a la causa, principalmente vía Internet. Este es el caso de Maxime Houchard y Mickaël Dos Santos, a los que ya vigilaba la Policía. Para Francia o el Reino Unido es un problema de primer orden. El Estado francés calcula que más de un millar de personas vinculadas con su país están relacionadas con este fenómeno, bautizado como turismo yihadista. Los servicios de seguridad ponen el foco en la fase del regreso a Europa de estos individuos tras su periplo guerrero, bien en el frente combatiendo al enemigo o en la retaguardia ajusticiando a los infieles. Fanatizados en la causa yihadista y entrenados para matar, de vuelta a casa continúan siendo militantes dispuestos a acatar aquello que se les ordene. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que es un fenómeno que va a durar años, de evolución incierta y muy difícil de combatir. Fuentes fiables atribuyen al Estado Islámico una fuerza compuesta por 200.000 combatientes. La ilegal invasión y guerra de Irak ha sido el principal nutriente de la escalada terrorista de estos últimos años. Un informe del Instituto de Economía y Paz señala 2013 como el peor año en la historia del terrorismo, con casi 18.000 muertos, la gran mayoría en la franja que forman Siria, Irak, Afganistán y Pakistán. Cuando Al Qaeda atentó contra las Torres Gemelas, EEUU respondió con más ardor guerrero que inteligencia, inaugurando una era negra de lucha contra el terrorismo. A la vista de los resultados, parece evidente que esta estrategia ha sido un completo fracaso.