la decisión política del Congreso español de reconocer el Estado de Palestina -el cuarto Estado de la Unión Europea, tras Suecia, Gran Bretaña e Irlanda- ahonda en la necesidad de buscar vías de solución al conflicto palestino-israelí desde el cumplimiento de la legalidad y el derecho internacional. Es cierto que la propuesta inicial fue suavizada finalmente por la mayoría absoluta del PP, pero 67 años después de que la ONU aprobase la creación de dos Estados -uno palestino y otro israelí-, la ofensiva política y diplomática puesta en marcha por la UE ha logrado devolver al primer plano de la política internacional la necesidad de buscar una solución diplomática y justa a un conflicto que lleva décadas enquistado y cuyas consecuencias son cada día más difíciles de superar. La presión política de Europa -la UE es el principal socio comercial de Israel y al mismo tiempo el primer donante de fondos de solidaridad y ayuda para Palestina- debe elevar la presión sobre sus gobiernos y obligar a EEUU a abandonar su posición parcial. No se puede olvidar que el origen del conflicto nace de la ocupación forzosa y violenta por los grupos armados extremistas judíos tras la Segunda Guerra Mundial y que buena parte de las consecuencias humanas y territoriales de aquellas actuaciones están aún pendientes de acatar las resoluciones del Derecho Internacional. Tampoco se puede olvidar que el paso del tiempo, el enquistamiento de las posiciones y los sucesivos episodios de guerra, terrorismo y violencia indiscriminada han generado un caldo de cultivo para las opciones más extremistas, tanto en los gobiernos del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, como de Ismael Haniya, líder de Hamás. Israel está hoy dirigida por los sectores ultraderechistas judíos, empeñados en nuevas ocupaciones, expulsiones y colonización de territorios, aun a costa de matanzas de palestinos por acciones militares del Tzahal. Y en el ámbito palestino, los grupos fundamentalistas ganan adeptos conforme los sucesivos procesos de diálogo y negociación fracasan. Al mismo tiempo, la cada vez más compleja realidad geopolítica del entorno -con las guerras de Irak y Siria a sus puertas- complican aún más una salida pactada. Pero tanto Israel como Palestina saben que el mantenimiento permanente del conflicto lastra el futuro de ambos pueblos.