Al margen de las consideraciones políticas y sociológicas que pueda deparar el sondeo que se dio a conocer el viernes -el Navarrómetro- la opinión pública navarra refleja, con poco margen para la duda, la exigencia de un profundo cambio político que ponga fin al régimen de UPN y PSN -y de los poderes fácticos conservadores que lo han dirigido y controlado-, que ha gobernado la comunidad foral los últimos 30 años. Más allá del más que cuestionable reparto de escaños que augura la empresa Orbere -es electoralmente muy difícil que las derechas pierdan el 60% de su representación, de 23 escaños ahora de UPN y PP a 9-, la encuesta refleja un grito a voces: el hartazgo social con el modelo político que viene gobernando en Nafarroa. Y sus preocupaciones más destacadas -el paro, la corrupción y las consecuencias sociales de la crisis- ahondan en esa realidad. Nafarroa necesita oxígeno político y cambios profundos en su modelo de organización y gestión institucional, social y política. Cambios que pongan fin a un sistema en el que el amiguismo, el clientelismo y el caciquismo en el reparto de los recursos públicos, junto a una interesada y sistemática política de exclusión de una buena parte de los navarros y navarras, ha originando una sociedad oficial y pomposa muy alejada de los intereses y demandas de la Nafarroa real y, sobre todo, de las nuevas generaciones. La nefasta gestión de Yolanda Barcina y la indolencia de un régimen salpicado por casos de corrupción, corruptelas, tratos de favor y despilfarro del erario público ha desvelado el profundo alcance de la impostura. Un sistema de intereses particulares que ha controlado, y se ha repartido, los recursos públicos a costa de la calidad y nivel de los servicios públicos, las prestaciones sociales, la cohesión social, la igualdad de oportunidades y de la pérdida de las capacidades de autogobierno ante la sumisión a Madrid. De ese descontento ciudadano parece emerger con fuerza la propuesta política de Podemos, el hundimiento de los partidos del régimen y el mantenimiento del voto nacionalista y vasquista con Bildu por encima de Geroa Bai, aunque su líder, Uxue Barkos, es la mejor valorada. Será de ahora a las elecciones de mayo de 2015 cuando deberán ponerse los mimbres políticos y ciudadanos para que las urnas ratifiquen esas ansias sociales de cambio político con criterios pragmáticos, posibilistas, incluyentes y funcionales.