Catalunya es hoy el centro de todas las miradas en una jornada de votación popular que puede ser histórica por diversos motivos. Tras varios años de gestación y preparación no exentos de tensión y polémica, los ciudadanos catalanes que así lo quieran podrán votar respondiendo a dos preguntas: si quieren que Catalunya sea un estado y, en caso afirmativo, si desean que ese estado sea independiente. Es evidente que este proceso participativo no es, en ningún caso, la consulta que tanto el president Artur Mas como las formaciones y organizaciones sociales soberanistas plantearon en un principio y quisieran celebrar. Tiene razón, en ese sentido, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, cuando proclama, como hizo ayer mismo, que lo que va a tener lugar hoy “ni es un referéndum ni una consulta”. Los sucesivos vetos que él mismo ha generado al negarse a cualquier diálogo con Mas e impulsado por medio de sendos recursos al Tribunal Constitucional han impedido que así fuera y que los ciudadanos catalanes, de forma libre y democrática y con todas las garantías y reconocimientos legales, se pronunciasen sobre algo tan básico como su propio futuro. En lo que se equivoca de medio a medio Rajoy es cuando, en la segunda parte de su frase, asegura que la votación de hoy “no produce efecto alguno”. No lo hará, desde luego, en el ordenamiento jurídico, pero sí en el ámbito político. Y, como en todo proceso en el que la base es la voluntad popular, dependerá del resultado mayoritario que arroje la jornada. No tendrá validez legal inmediata, pero en Catalunya, tal y como se comprometió el president, habrá hoy urnas, papeletas y lugares de votación, pese a todas las prohibiciones y amenazas. Y los votos se cuentan. Se equivocaría aún más Rajoy y el Gobierno español si creen que el proceso en Catalunya termina con la participación de hoy. Por ello, el llamamiento que hizo ayer al “diálogo” y a la “cordura” a partir de mañana suena a viejo, sobre todo porque vuelve a ir acompañado de apelaciones a la Constitución, a la soberanía nacional y a la sacrosanta unidad de España. Rajoy sí debe recoger el guante de Artur Mas, quien anunció que le enviará mañana una carta para abrir una negociación sobre 23 puntos concretos y la celebración de un referéndum “a la británica o canadiense”. Es decir, pactado, legal, decisorio y vinculante políticamente. Ese es el camino.