La transformación de Kutxa en fundación bancaria, aprobada ayer por la asamblea general de la entidad guipuzcoana, y la publicación mañana por el Banco Central Europeo de los resultados de Kutxabank en los tests de estrés, que la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés) ha impuesto a sus 130 mayores bancos, culminarán dos procesos, interconectados entre sí, a los que las cajas vascas se han visto abocadas. Pese a las bondades de su gestión y situación financiera, en evidente contraste con las del entorno estatal, las entidades de previsión vascas han sido arrastradas por el laberíntico desastre del sistema en la zona euro y por la desconfianza de Europa hacia la figura de las cajas, especialmente justificado en el caso de otras muchas entidades de previsión del Estado español. En ese sentido, los resultados de Kutxabank frente a las otros catorce bancos del Estado sometidos al examen europeo no serán sino la confirmación de que tanto antes como durante el proceso de concentración, las cajas vascas han sido gestionadas y han operado con directrices y parámetros totalmente opuestos al descontrol, las escandalosas malversaciones y las administraciones fraudulentas que han llevado a la desaparición o absorción de otras entidades o a su multimillonario rescate público a costa del contribuyente y su bienestar. En otras palabras, las cajas vascas se han visto injustamente obligadas a asumir lo que provocaron las deshonestas prácticas llevadas a a cabo en otras entidades del Estado y en el caso de la Ley 26/2013 de Cajas de Ahorros y Fundaciones Bancarias impulsada por el Gobierno Rajoy, a responder en la misma medida que esas otras entidades a pesar de las notorias diferencias de gestión y viabilidad existentes. Consecuencia de que dicha ley responde a las exigencias impuestas, sin excepciones, al Estado español por la Unión Europea para el rescate de su sistema financiero. Y en ese sentido, los que se adelantan como muy buenos resultados de Kutxabank en los stress-tests también deben servir de base para eludir la aparición de posibles tentaciones de dificultar el control vasco de Kutxabank según las obligaciones fijadas por la ley y, al tiempo, para proteger y asegurar el mantenimiento, siquiera bajo otra apariencia legal, de un modelo comprometido con el país que, en virtud de su obra social, solo puede calificarse de exitoso.