Los datos de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de este año, con 515.700 desempleados menos registrados en el Estado -25.200 menos en la CAV, entre ellos un descenso de 2.000 parados en Araba- que en octubre de 2013, parecen apuntar una tendencia positiva, como señaló el consejero de Empleo, Juan María Aburto, aunque conviene matizar para no dar lugar a infundados optimismos, más aun ante la amenaza de una nueva recesión en Europa. Y conviene hacerlo, además, tanto respecto a los propias cifras de la EPA como a la cambiante realidad socioeconómica en la que se enmarcan estos datos. Las cifras estadísticas no ocultan que la bajada del desempleo proviene de una reducción o salida al exterior de población activa, del cansancio de quienes buscan trabajo y no lo encuentran o del regreso de inmigrantes a sus lugares de origen. Sin olvidar que la destrucción de empleo fijo viene acompañada de la creación de puestos de trabajo en los que prima la precariedad, la temporalidad y la inestabilidad laboral o que el incremento más destacado se produce en las altas de autónomos. No se puede negar que el paro se reduce -en Euskadi, un 8,6% interanual y un 7,4% respecto al segundo trimestre-, pero tampoco que lo hace mucho más lentamente de lo que parecen indicar las estadísticas. Y, desde luego, se reduce a costa de la estabilidad en el empleo y condicionado por la estacionalidad, una de las variables de la cambiante realidad socioeconómica que también matiza el resultado de la EPA. Porque no es posible obviar, por ejemplo, la ralentización de la economía estatal que ya ha constatado en octubre el Banco de España -un crecimiento del 0,5% frente al 1% previsto por el Gobierno español- y de las economías del entorno europeo, principalmente Alemania, Francia e Italia. Así como tampoco que la revisión general de previsiones para 2015 no se han visto reflejadas en los datos de este último tercer trimestre, mientras sí tendrán incidencia en las cifras del desempleo a fin de año, lo que volverá a situar la tasa de desempleo del Estado español por encima del 24%, con una incidencia brutal en el sector más joven de la población. La prudencia, por tanto, sigue siendo tan necesaria como las políticas de impulso a la creación de empleo.
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