el nuevo rey Felipe VI ha cuidado al detalle sus primeras intervenciones públicas como monarca tras su coronación el jueves. Así, quiso que su primer acto fuera un gesto inequívoco de solidaridad y apoyo hacia las víctimas del terrorismo. Por ello, convocó el sábado a 42 representantes de damnificados por la violencia durante los últimos años. Se trató de un gesto de fuerte contenido simbólico que las víctimas acogieron con la lógica satisfacción porque supone un reconocimiento explícito de que su dolor es compartido por los máximos representantes del Estado. No hay que olvidar que, en este asunto, se ha producido un cambio que puede calificarse de significativo, ya que su predecesor en la corona, Juan Carlos de Borbón, hizo un gesto mucho más cicatero al reunirse hace unos meses exclusivamente con dirigentes de la AVT y de la Fundación de Víctimas del Terrorismo. En ese sentido, algo se ha avanzado al menos. Sin embargo, hay gestos, como este de Felipe VI, que pueden reconfortar a los afectados, pero sin duda pueden resultar discriminatorios con otros. Así lo han denunciado otras voces en diferentes actos de homenaje a las víctimas del franquismo, el último de ellos el sábado en Bilbao, donde uno de sus protagonistas se preguntaba sobre el nuevo rey "cuándo va a recibir a las víctimas del franquismo y del nazismo, ya que su padre no lo hizo". El guiño del monarca hacia las víctimas del terrorismo debe tener continuidad con otras víctimas invisibilizadas, olvidadas e incluso demonizadas por ese mismo Estado. La actitud del Gobierno español durante las últimas décadas ha sido, en este sentido, discriminatoria, dolorosa para los afectados y fuera de lugar. No sólo por no reconocer la dignidad de los perdedores de la guerra y las víctimas de la dictadura, sino también por otras decisiones gratuitas como el recurso contra el decreto del Gobierno vasco para resarcir a las víctimas de abusos policiales o la negativa a indemnizar a los damnificados por atentados de los GAL. Las vulneraciones de derechos humanos, más allá de su politización, deben ser tratadas con respeto escrupuloso a la igualdad. No basta con discursos y gestos de cercanía hacia algunas víctimas. Está por ver la posición del nuevo monarca hacia otros colectivos de damnificados por la violación de derechos humanos.