La cadena humana que tuvo lugar ayer convocada por la plataforma Gure Esku Dago para reivindicar el derecho a decidir de la ciudadanía vasca cosechó, sin duda, un éxito de participación, tanto desde el punto de vista cuantitativo -la organización cifró la asistencia en más de 150.000 personas- como cualitativo, con una presencia plural ampliamente representativa de la sociedad vasca. Decenas de miles de manos se unieron a lo largo de 123 kilómetros para unir Durango e Iruñea en una jornada ya calificada de "histórica" por los promotores de una iniciativa cuyo objetivo era escenificar y amplificar una reivindicación ampliamente sentida -y exigida- por una parte muy importante de la ciudadanía de Euskadi. El éxito de la convocatoria -que, como ya avanzaron ayer, no se agota en la cadena humana y tendrá continuidad en el futuro inmediato- se basa tanto en la conexión del objetivo del derecho a decidir con el sentimiento social mayoritario -es obligado también reconocer que no único- como por la propia caracterización de la iniciativa, que ha buscado un planteamiento amplio, ciudadano, abierto, plural y exento -al menos en su mayor parte- de un uso partidista que lo deslegitimara. Ya el propio nombre de la plataforma Gure Esku Dago es fiel indicador del sentido que se ha querido dar a una iniciativa entendida como un proceso de activación social, de protagonismo cívico de los ciudadanos en favor del ejercicio del derecho de decisión, una exigencia radicalmente legítima y democrática. No cabe duda de que este movimiento tiene un referente claro en la llamada vía catalana e incluso ayer la cadena humana coincidió con el acto central de la campaña Catalans want to vote celebrada en varias ciudades europeas y que también estuvo presente en Euskadi. Iniciada de manera indudablemente exitosa esta dinámica, conviene ahora medir los siguientes pasos. Una cosa es compartir el derecho a decidir y otra -quizá diferente- cómo gestionarlo, articularlo, desarrollarlo y ponerlo en práctica. No hay que olvidar que hace sólo dos años y medio la organización terrorista ETA asesinaba, amenazaba y extorsionaba bajo una reivindicación similar y las heridas aún no están cerradas, por lo que la convivencia entre vascos aún debe ser la gran prioridad en la agenda política, social y ciudadana.
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