La jaula de grillos en la que se ha convertido el PSOE en los últimos tiempos, agudizada por la debacle sin paliativos cosechada por los socialistas en las pasadas elecciones europeas, ha generado tal vértigo en las estructuras de la formación -desde la cúpula hasta la militancia, pasando por el fuerte aparato de Ferraz- que Alfredo Pérez Rubalcaba y sus barones se han visto abocados a aplicar la cirugía para intentar evitar lo irreparable. Desde que el aún presunto candidato a la secretaría general Eduardo Madina se plantara ante los intentos de solventar la crisis abierta con un mero relevo en el liderazgo controlado por el aparato, han sido muchos los socialistas que han exigido dar la palabra a la militancia. La fuerte resistencia de algunos históricos del partido, sin embargo, ponía el acento en la imposibilidad estatutaria de elegir al secretario general mediante referéndum y el deber de hacerlo en un congreso al uso. Finalmente, la solución ha llegado por medio de una especie de sentencia salomónica, al parecer aceptada por todos: los militantes socialistas podrán votar, pero será un congreso posterior el que elija al secretario general. Una dualidad solo aparente, porque es esperable que los delegados que acudan al congreso elijan al líder que previamente ha votado la mayoría de las bases del partido en una consulta que no es vinculante. Lo contrario sería un suicidio y el entierro definitivo del PSOE. Es evidente que las dificultades técnicas se han solventado al gusto de casi todos, demostrando, una vez más, que los obstáculos de este tipo pueden tumbarse siempre que haya voluntad política para ello. Es ahora cuando se abre la carrera. Con un candidato ya en la palestra -José Antonio Pérez Tapias, representante de Izquierda Socialista y no precisamente lo que podría llamarse un renovador, se apresuró ayer mismo a hacerlo público-, los aspirantes medirán sus fuerzas. Descartado Patxi López, se da por seguro que competirán Susana Díaz -empujada por el aparato-, Carmen Chacón, Pedro Sánchez y el propio Madina. Otra cosa es que tras la elección de un nuevo líder los socialistas tengan un nuevo proyecto que ofrecer a la sociedad, con nuevas ideas, cercanía a los problemas de los ciudadanos y un programa atractivo, ilusionante y convincente. El PSOE tiene mucho trabajo por delante.
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