La República Popular China se enfrenta al terrorismo fanático que sus políticas genocidas han producido para lograr la uniformidad de un país tan extenso. La etnia han, el mandarín y el Partido Comunista Chino son los ejes por los que se rige el imperio. Las minorías son asimiladas o sufren una represión brutal. El pueblo tibetano y uigur son un ejemplo de esa triste realidad. Mientras, el mundo mira hacia otro lado porque hay numerosos intereses económicos como para ofender a la fábrica del planeta.

Sólo cuando la desesperación conduce a la locura terrorista el mundo presta atención. Si no hacemos nada, que no nos extrañe tampoco que 200 niñas sean secuestradas por una grupo yihadista en Nigeria. El mundo está enfermo.