una sociedad como la vasca, a la que las previsiones demográficas sitúan en apenas dos o tres décadas con un tercio de la población por encima de los 65 años y que ha alcanzado índices de longevidad similares a los de los países con mayor expectativa vital, debe encarar sin lugar a dudas el complejo, serio y hasta cierto punto todavía desconocido -a veces por silenciado- fenómeno del maltrato a las personas mayores. La Organización Mundial de la Salud (OMS) entiende como tal "un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza", acto que puede adoptar diversas formas, desde el maltrato físico o psíquico al abuso de confianza en cuestiones económicas y puede incluso ser resultado de una negligencia, sea esta causada o no por el desconocimiento. No se trata, en cualquier caso, de un fenómeno aislado. Los únicos datos que se manejan en Euskadi hablan de una afección al 0,9% de la población mayor de 60 años, pero eso supone más de 5.000 casos y el mismo informe, de 2010, añadía indicios en otro 1,5% de la población mayor, lo que elevaría el número a los 13.000, aunque por debajo del 3%-4% de media que calcula la OMS y del 3,5% en domicilios y 10% en instituciones que cifra la Red Internacional para la Prevención del Maltrato a Personas Mayores (INPEA). Teniendo en cuenta, además, que los estudios en la materia determinan que en más de la mitad de los casos detectados se da alguna forma de maltrato físico, la actuación de los poderes públicos para atajar dichas situaciones, que no se pueden calificar de infrecuentes, se antoja imprescindible y urgente y, en ese sentido, la creación de un protocolo de detección y actuación en Osakidetza y los servicios de atención social -extensible a otros ámbitos- responde a esa urgencia y sigue las recomendaciones de la misma OMS, que apunta que si los sectores de atención primaria de salud y servicios sociales no están bien dotados para detectar y resolver el problema, el maltrato de los ancianos seguirá estando semioculto. Pero además, junto al conocimiento del problema, sin el que es imposible solucionarlo, se precisa asimismo exacerbar la sensibilización social y, en la medida de lo posible, profesionalizar el cuidado y atención de las personas mayores.