Hemos construido una Sanidad mastodóntica que ha crecido en medios e instrumentos terapéuticos, pensando que el control y registro pormenorizado de procesos iba a redundar en beneficio de la mejora de la salud general, aunque los más viejos pensamos -sabemos, mejor dicho- que no es así.
Hemos caído en la trampa del control, aunque creo que, poco a poco, la gente se da cuenta de que debemos cambiar y afrontar una transformación de esta Sanidad para que sea sostenible y útil. Y transformar significa cambiar la forma. No hay que romper con todo, sino examinarlo bien qué es lo que sirve y qué no. Y eliminar lo que obstruye.
Curar no es lo mismo que sanar. Lo primero es simplemente tratar los síntomas de una enfermedad o su manifestación física, mientras que sanar es algo más profundo y nos lleva a atender la raíz de la enfermedad, el desajuste principal, lo que origina el dolor.
Nos hemos volcado en la Sanidad de la curación, pero hemos abandonado la sanación. Hemos creído en el registro de datos y más datos, equiparando al hombre a un ordenador, y nos hemos olvidado de las necesidades últimas de nuestros pacientes, así como la de los sanadores. Hemos ignorado el aspecto más profundo del ser humano, que no se arregla con los avances técnicos.