Cuando se cumplen cinco meses desde el estallido de la última gran crisis en Ucrania -que podría situarse en el momento en el que fracasa el acuerdo de asociación del país con la Unión Europea y que deriva en una gran protesta en las calles que finalmente logra derribar al régimen de Victor Yanukovich, iniciándose la intervención rusa directa y la anexión de Crimea-, el país continúa convulsionado, enredado en disputas políticas y geoestratégicas y sumido en una escalada de violencia que no parece tener fin a corto o medio plazo. La situación hasta ahora se parecía cada vez más a un escenario prebélico, con la población -la mayor parte de ella, al menos- convertida en poco más que un rehén o pieza de un juego diabólico en el tablero internacional. Así las cosas, el a todas luces inesperado acuerdo alcanzado el jueves entre los representantes de Ucrania, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea en las negociaciones abiertas en Ginebra podría ser el inicio de un nuevo escenario que evite nuevos derramamientos de sangre y reconduzca el conflicto por caminos alejados de la violencia, pero también de la amenaza, la invasión o el abuso de la fuerza para intervenir en el país. La respuesta de Kiev a la firma del acuerdo, declarando una tregua con motivo de la Pascua, parecía, también, indicar que había posibilidades serias de encauzar la preocupante escalada de tensión que se venía produciendo. Sin embargo, un confuso ataque armado contra un puesto de control prorruso en Donetsk y el consiguiente tiroteo entre grupos leales a Kiev y separatistas partidarios de la adhesión a Moscú acabó con al menos dos muertos. ¿Significa este ataque con víctimas el fin de la tregua y de los acuerdos de Ginebra? Aún es pronto para evaluarlo, aunque las reacciones tanto de Ucrania como de Rusia -más allá de los eslóganes- permiten interpretar que puede haber aún espacio para la cordura, el cese de las hostilidades y el cumplimiento del pacto. Para ello, tanto Kiev como Moscú deben cumplir con sus compromisos de desarmar a las milicias y grupos ilegales, involucrados, según todos los indicios, en el último tiroteo mortal. Es una condición fundamental, aunque no la única, ya que Ucrania debe dar también pasos para la reforma de corte federal de su Constitución que dé paso a una mayor soberanía interna y al respeto a las minorías. Aún no está todo perdido.
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