foronda se ha convertido en uno de esos bucles tan habituales en el debate político alavés. El aeropuerto vitoriano parece condenado al abandono por el Gobierno central y la Diputación de Álava, las dos instituciones sobre las que recae la principal responsabilidad de relanzarlo. El pasado año la pista alavesa incrementó ligeramente su carga -el punto fuerte de la terminal- y, sin embargo, está ahora en vía muerta, básicamente por no ser prioritaria para el Ministerio de Fomento y por la dejación de la Diputación alavesa. El Gabinete foral se ha limitado en estos dos últimos años a fiar la suerte del aeródromo a dos cartas sin ningún recorrido. Por una parte, sigue buscando desesperadamente vuelos de pasajeros con destinos peregrinos y generosos fondos públicos, aunque Vitoria no cuenta con masa crítica y esta apuesta incurre nuevamente en el fiasco de Ryanair. Y paralelamente, se ha dedicado también a intentar tapar su fracaso echando a Bilbao la culpa de todos sus males e inventándose una inexistente y absurda rivalidad provinciana. Respuestas pintorescas aparte, la razón de fondo del impasse que vive Foronda hay que buscarla en la falta de una estrategia de complementariedad entre los aeropuertos vascos y, sobre todo, en la apuesta del Ministerio de Fomento por primar Burgos o Zaragoza, mientras deja a Vitoria en el dique seco al privarle de la licencia H24 y, más recientemente, suprimir el horario de actividad de fin de semana. En su última zancadilla, Fomento bloquea ahora la entrada del Gobierno Vasco en la gestión de Foronda, como publicó ayer DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA y una noticia que hoy censuran todos los grupos junteros de la oposición. El PP contempla la privatización parcial de AENA, una puerta que la consejera Ana Oregi aprovechó para proponer la inversión del Gobierno autonómico en la gestión de los aeropuertos vascos, en consonancia con la propuesta que el portavoz del PNV Ramiro González sacó adelante en las Juntas Generales de Álava para revitalizar Foronda. Pero el Ministerio de Fomento la popular Ana Pastor echó entonces marcha atrás, temeroso de perder el control de los aeropuertos vascos y asumiendo así el papel del perro del hortelano. Y mientras tanto, la Diputación de Javier de Andrés, cruzada de brazos o ansiando volar a Nueva York.