aPatxi López (54 años) le gusta tener cerca a Emiliano García Page (45 años), alcalde de Toledo, como le gusta arrimarse al poder ascendente de Susana Díaz (44 años), presidenta de Andalucía. Son los cargos más jóvenes del PSOE en las jornadas sobre el futuro del socialismo que el PSE-EE ha organizado en Euskadi, a punto y seguido de la Conferencia Política de Madrid. Seguramente porque el fondo de la Conferencia fue corto y el eco breve, el exlehendakari y secretario general de los socialistas vascos intenta apurar al máximo ese eco y el tiempo y espacio político que la actualidad le va dejando de momento para hablar de política, como él dice últimamente.

Le gusta Susana Díaz porque, a su edad, sus poderes crecen como la espuma y las maniobras sevillanas la han colocado donde nadie espera: dirigiendo la mayor fuerza territorial socialista. Tras las reticencias del expresidente Griñán por apoyar un nuevo pacto interno entre andaluces y vascos -que en realidad buscaba mano libre y larga para seguir gobernando su partido través de Susana Díaz-, Ferraz ha mullido el asiento de la presidenta andaluza para, a partir de ahí, construir una alternativa de cara a las elecciones primarias en las que ella no será candidata, pero sí va a determinar el resultado.

Y también valora Patxi López la cercanía de García Page porque el joven abogado que ascendió hasta la alta política manchega y nacional de la mano de José Bono ya es secretario general del PSOE castellano-manchego -el segundo en votos después de Andalucía- además de alcalde de Toledo en su segunda legislatura. Es esta la razón que más ha interesado a los organizadores de las jornadas Reflexiones de futuro que estos días tienen lugar en las tres capitales del País Vasco, este pasado lunes en Vitoria.

Probablemente la presencia del líder castellano-manchego sea la que más rédito le ha traído al secretario general del PSE, porque es muy alta la posibilidad de una vuelta de los resultados electorales a favor de los socialistas en esa comunidad, que el PP está utilizando como laboratorio ideológico y testar el aguante social de sus medidas. Pero también, y sobre todo, porque la presencia de García Page es la de José Bono, que no ha tirado ninguna toalla política desde que perdiera el congreso del PSOE frente a José Luis Rodríguez Zapatero.

El alcalde toledano tiene bien ensayado el discurso sobre la recuperación de las esencias históricas del PSOE, se declara optimista y recoloca el ejercicio de gobernar en el nivel de la moderación social frente a la etapa del presidente Zapatero. Autoestima y prudencia. Reitera el binomio izquierda/socialdemocracia pero no son ninguna de las dos conforme va desgranando lo que, a su entender, son errores de juventud del expresidente. No entiende que se defienda el mantenimiento del Estado social a costa del propio Estado y le pide a su partido una reflexión en profundidad sobre la gestión y promesas sembradas en este sentido, que llevó a afianzar para la izquierda socialista la imagen de ineficacia, un cliché inamovible en el haber de la derecha.

Entiende que fue bueno el debate constitucional que llevó a crear una la estructura de un Estado monárquico, no le vale la política de barra libre territorial que Zapatero propugnó y cuando se le pregunta por la infanta imputada habla de la financiación de los partidos y qué hacer frente a la corrupción en el ámbito político. Así, con un lenguaje ensayado durante años cerca de las paredes de José Bono, Emiliano García Page deja claro que no será candidato en las primarias socialistas y no recurre al tópico de "si mis compañeros me lo piden", como quien se pone una pancarta en el pecho y la espalda.

Con lenguaje a pie de calle, que algunos califican de discurso de vuelo corto, el mejor alumno de Bono va definiendo a quien le escucha las grandes líneas de un programa que no es para la elección interna del candidato, sino para el día después. Ya que no cree mucho en estas primarias, piensa en el día después y en ese congreso extraordinario que algunos vienen pidiendo y que esas primarias no ha silenciado, sólo postergado. Para entonces, García Page cree que es más importante recuperar el mejor programa que hizo el partido antes del congreso que eligió a Zapatero que construir uno nuevo. Habla de enredo cuando Bono -y él a su lado- comenzaba a sumar mayorías sociales y electorales en una Castilla-La Mancha donde gran parte de la población ascendió a la clase media votando PSOE.

Cree que el PSOE comienza a encontrar su espacio con la vuelta de la confianza y el espacio que el PP está dejando en sus manos, aunque -como Felipe González marcó hace pocos días en Bilbao- el PSOE debe querer ser la mayoría que consiga echar al PP con ayudas de otros. Al final, aunque Patxi López le pide que vuelva a situarse en lo que le trajo a Vitoria -hablar de los ayuntamientos en la crisis-, Emiliano pega el salto y habla de Cataluña, de los errores y los antagonismos y de antibiótico para las inflamaciones del corazón, porque el PSOE sólo puede combatir con músculo político y lo demás se podrá resolver con dinero.

Emiliano García Page no será candidato en primarias; es el cocinero que está moviendo la estrategia de Bono para las primarias, donde quiere jugar con ideas y no con nombres como hacen los demás. Será el guardián de las esencias que Bono intenta recuperar desde su retiro de la Vega toledana, donde el Cristo de Inés Vargas sigue apoyado en su hombro para que se note que es un hijo predilecto, por si algún día vuelve a entrar en Ferraz sin que le pidan el DNI. Emiliano, con los textos fundamentales en la mano, estará en el otro lado de la puerta, esperando su hora.