AUNQUE Leonid Kravchuk, primer presidente del país tras la independencia de la URSS en agosto de 1991, se esfuerce en asegurar que "no se ha alcanzado aún el punto de no retorno" y una momentánea tregua dé descanso tras los gravísimos enfrentamientos de esta semana en la calles de Kiev -entre cinco y siete víctimas mortales, según las fuentes-, el riesgo de guerra civil es patente dentro de las fronteras de Ucrania y amenaza con desestabilizar Europa. El presidente Viktor Yanukovich ha prometido remodelar el Gobierno -lo que conllevaría el sacrificio del primer ministro Azarov, quien pese a la crítica situación de su país ha viajado a Davos- y anular las leyes limitadoras de los derechos de manifestación y expresión, que fueron aprobadas el pasado 16 de enero para otorgar más poder a la Policía en los disturbios. Además, la convocatoria extraordinaria de una sesión del parlamento (la Rada) el próximo martes parece haber hecho mella en la responsabilidad de los líderes de la oposición pero no ha tranquilizado a la masa de opositores que se lanzaron a la calle el pasado 24 de noviembre y tomaron la plaza de la Independencia de Kiev en un movimiento popular que, bajo el nombre de Euromaidan, protesta desde entonces por la decisión tres días antes de Azarov de no firmar el tratado de Asociación y Libre Comercio con la UE. En ese sentido, el resultado de la sesión del martes será clave para que Vitali Klitchko, el excampeón mundial de boxeo que parece haberse convertido en el hombre de la UE en Ucrania, y el líder del partido de la encarcelada Yulia Timoshenko, Arseni Yatseniuk, logren contener la reacción popular y al extremismo de derecha que lidera Oleg Tiagnibok. En su contra, la poca fiabilidad de Yanukovich y su empecinada negativa a convocar las elecciones que exige la calle. A favor, que pese a todos los intereses que se entrecruzan y descontrolan en Ucrania tanto Rusia -en puertas de iniciar en febrero los Juegos Olímpicos de Invierno de Socchi, gran apuesta de imagen nacional de Vladimir Putin- como la UE, que mantiene imprescindible su apuesta de ampliación hacia el este, prefieren evitar un conflicto que podría alcanzar proporciones imprevisibles de extenderse a otros países que, como Bielorrusia o Moldavia, también oscilan entre la tradicional influencia rusa y la fascinación de la apertura hacia Europa.