interior, el Ministerio de Jorge Fernández Díaz, ha montado en cólera por el atrevimiento de los expresos de ETA a reunirse públicamente en un teatro de Durango tras ser excarcelados por haber cumplido su condena, un hecho al que denominó akelarre. Tal vez piense el pío ministro, tan fiado de los milagros, que los 63 reunidos conseguirían invocar a los dioses de la mitología vasca para acudir en su ayuda por la independencia de Euskadi y darse una orgía sexual como las que le atribuyen a las pobres y supuestas brujas de Zugarramurdi. Por desgracia, el ministro ha conseguido su objetivo: encender a su clientela electoral, más que apaciguar aguas restando importancia al acto mismo.

Con ser destacable la adhesión de los exconvictos etarras al comunicado de la asociación que agrupa a los presos que permanecen encarcelados, lo importante realmente era el comunicado, no la relevancia de quienes lo leyesen, lo reiterasen o se adhirieran públicamente. Hay quien incluso lo ha denominado broche de la credibilidad de la estrategia de ETA tras abandonar las armas.

Pero, en realidad, todo es más simple, como suele ocurrir casi siempre. En el imaginario de una gran parte de la izquierda abertzale sigue latiendo aquel viejo slogan a favor de la amnistía para los etarras -¿recuerdan aquello de no estamos todos, faltan los presos?- que se gritaba en las manifestaciones convocadas por las Gestoras. La aparición de los 63 exconvictos tiene el mismo valor que la aplicación de descargas de desfibrilador a un cuerpo ya inerte, pero mantiene vivo ese imaginario que convierte en coral las voces sueltas.

La declaración del portavoz socialista José Antonio Pastor -saliendo una vez más a la palestra en vez de hacerlo el secretario general del PSE- para calificar como acto de propaganda el encuentro de Durango acierta en que es propaganda, aunque omita que la propaganda en política es sinónimo de comunicación muchas veces, algo en lo que la izquierda abertzale saca cabeza a todos, incluso en estas sus horas bajas. Y acierta también en quitarle importancia al acto. Pero sería un error restarle la trascendencia que tiene porque esos 63 expresos lo son porque antes hubo una sentencia de un Tribunal Europeo que reconocía sus derechos frente a la interesada lectura que el PP hace de la política penitenciaria para el conjunto de la población carcelaria, aunque luego siembre la actualidad de indultos igualmente arbitrarios e incluso descontados antes de ser concedidos.

Tanto el ministro como el portavoz socialista prefieren no recordar que ese encuentro cuenta con un auto del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, oída la fiscalía, que reconoce el derecho de los convocantes a celebrar ese encuentro de Durango sin presuponer que sea un acto delictivo. ETA decidió abandonar las armas. Y los presos pertenecientes antes y ahora a la banda han decidido condenar la violencia, la lucha armada y, aunque les quedan aún bastantes asignaturas por aprobar y actitudes por comprobar, es de esperar que sea la vía Durango la que adopten, porque es la única que la Justicia y el conjunto de la sociedad está dispuesta a admitir.

La salida a la calle, frente al castigo añadido de demonización que algunas asociaciones de víctimas del terrorismo e Interior pretendían aplicar, es un paso trascendental dentro de ese nuevo tiempo que el comunicado de los presos ha abierto después de que ETA haya decidido dejar en sus manos el futuro del proceso de paz. Para llegar ahí ha sido necesario mucho trabajo, mal reconocido y mal calificado siempre, de organizaciones que han buscado la paz por encima de las diferencias y no se han resignado a que en Euskadi imperase un estado de guerra ni un estado de cadena perpetua.

Es difícil que nadie llegue a poder escribir con distancia suficiente el relato sobre la violencia y la muerte sembradas por ETA, ni sus miembros podrán hacerlo. Esa crónica tan ansiada por el lehendakari Iñigo Urkullu y que el PP tanto teme tendrá que esperar a que se apaguen definitivamente los fuegos fatuos que a veces surgen del suelo y de la historia como si fuesen organismos en descomposición -según unos- o -según otros- luces sin energía que se balancean de un lado a otro hasta desaparecer. No será con unos ni con otros con los que se pueda visualizar el futuro. El auto de Pedraz aporta más a la convivencia que los exabruptos ministeriales y la propaganda, cuando ésta sustituye al ejercicio de la política, que a veces parece tan negado a algunos políticos.