IÑIGO Urkullu cumple hoy su primer año como lehendakari desde aquel 15 de diciembre de 2012 en que recibió la makila y juró de forma solemne su cargo en Gernika. Doce meses difíciles, duros y con altibajos, en lo político y en lo económico. Nada hacía prever que no fuera así, por lo que ni el propio lehendakari ni su Gobierno ni la oposición pueden aducir sorpresa sobre los problemas que Euskadi como sociedad tenía y tiene aún encima de la mesa. Los resultados de las elecciones celebradas apenas dos meses antes añadían aún más incertidumbre porque el PNV, pese a ganar incluso con mayor holgura de la esperada, no conseguía mayoría absoluta ni lograba tampoco, ante el bloqueo de toda la oposición, un acuerdo de gobierno que le dotara de la estabilidad necesaria para afrontar una delicada legislatura. Un año después, y tras varios meses de vaivenes y desacuerdo, el panorama es bien distinto. Los indicadores económicos -que arrojan una leve luz pero apuntan hacia una esperada recuperación futura- y la estabilidad lograda en todas las grandes instituciones de Euskadi merced a los pactos alcanzados en las últimas semanas entre la formación jeltzale gobernante y los partidos PSE y PP apuntan hacia una razonable esperanza en el futuro a medio plazo. No quiere esto decir que la crisis o la durísima situación que viven miles de familias y empresas vaya a terminar en breve. Es, sin duda, la parte del debe de este año de legislatura, aunque, objetivamente, nadie podía esperar que los problemas pudiesen resolverse en un espacio de tiempo breve. Queda, por tanto, aún mucho por hacer. Por parte de todos, como por fin parece que se ha interiorizado en las distintas formaciones, porque lo verdaderamente urgente es la recuperación económica y la generación de empleo. Además de esta prioridad ineludible, Urkullu se marcó en su investidura otros dos grandes objetivos: la consolidación de la paz y el logro de un nuevo estatus para Euskadi. En ambos casos ha habido también avances, con grandes dificultades. La ponencia de paz está atascada, pero viva, y se ha aprobado el Plan de Paz y Convivencia que puede dar sus frutos. También está ya activa la ponencia para el nuevo marco. Son signos que marcan una tendencia hacia la esperanza tras años de crisis, enfrentamiento y fractura.