cuando la muerte se hace dueña de un territorio, los buitres planean por los lugares más salvajes para recoger los cadáveres. Y no nos queda otra tarea que recoger los cadáveres de aquella muerte sembrada durante siglos en África. Lo único que nos preocupa es que sean visibles. Si nadie se hubiese enterado no tendríamos esa sensación de dolor humanitario. Porque al espectáculo de los tres centenares de personas muertas junto a Lampedusa no se le ha cerrado el grifo y otro medio centenar ha vuelto a empañar los cristales de nuestra supuesta inocencia. El goteo no cesa.
Antes de 1884, la presencia europea en África fue tan sangrienta que se vio la necesidad de una conferencia en Berlín para crear con tiralíneas Estados allí donde las culturas y las realidades sociopolíticas pedían otra cosa, pero así se delimitaban un poco más las influencias europeas. Tráfico de esclavos, colonización o invasión, descolonización o cooperación con nuevas formas de dominio económico son palabras relacionadas con la siembra de la muerte, antes y después de la conferencia.
Aquella forma de decidir, con líneas trazadas desde la plaza de la aldea global de la época, quiere servir de explicación para dar sentido al hecho de que las fronteras del norte protegen especialmente los intereses de los países ricos frente a la entrada de los pobres. Los ricos no tienen ningún problema a la hora de atravesar una frontera, y menos en un país pobre. Los pobres no tienen apenas problemas en pasar de un país pobre a otro, pero cuando se presentan ante Europa se encuentran al borde del precipicio y, aun así, se tiran al mar.
¡Que oculten tantos cadáveres, por favor! ¿Cómo podemos seguir desayunando con tranquilidad si los vemos en la pantalla a la hora del desayuno? Eso es lo que nos preocupa, que no se vean. El resto, sus seres queridos, su historia o su vida no tiene mayor importancia. Y seguimos poniendo leyes para que el problema no se visualice.
¿Por qué hay personas sin escrúpulos que comercian con este tipo de viajeros? ¿Son responsables los capitanes de los barcos que no han socorrido cuando hay leyes que penalizan esa ayuda? Es fácil lanzar preguntas que resguardan nuestras responsabilidades en la caja fuerte del mal ajeno. Y es verdad que no sólo se huye del hambre, sino también de los conflictos y de las guerras, pero las causas no son meramente coyunturales.
A veces, las fronteras se han hecho separando etnias y personas de culturas o idiomas similares y, cuando la situación resulta compleja, se simplifica construyendo muros, vallas y cercas. Los desaguisados que separan a los humanos hacen incompatibles determinadas diferencias, y numerosas personas continúan deseando salir de su país para mejorar su calidad de vida o para huir de la inseguridad. Y la muerte sigue acompañando a quien lo intenta.
El Mediterráneo esconde demasiadas tragedias en su seno. Las puertas de Europa están cerradas a cal y canto hacia el sur, pero cuando alguien salta el canal de la muralla y se ahoga, nos echamos las manos a la cabeza y nos damos golpes de pecho. Parece que Italia está pidiendo ayuda al resto de Europa en la resolución de esta cuestión, pero si se trata de aumentar los controles en el mar o de actuar sobrepasando los límites de los derechos humanos impidiéndoles el último viaje y cazándoles en otros territorios menos mediáticos, como sucede en Marruecos respecto a muchos inmigrantes que quieren pasar a España, entonces no hemos hecho más que poner un parche en el ojo a los espectadores.
¿Qué propiedad de la tierra tenemos para impedir a quienes no poseen papeles que puedan sobrevivir en paz? Sabemos que, por otro lado, tampoco en estos lares van a vivir en el territorio de jauja, pero es la dinámica de su propia vida la que les ayudará a tomar decisiones.
Hemos expoliado sus territorios, tenemos deudas históricas pasadas y presentes con daños irreparables, pero no nos gusta ver a los buitres sobrevolar por encima de los cadáveres y sólo nos inquietamos cuando se pueden ver los ecos de la muerte en los medios de comunicación. Pero compartir el sufrimiento, el drama de la vida, siempre ha sido muy humano. Y esa es la única propuesta.