el estilo provocador del ministro Cristóbal Montoro, sus frases casi siempre despectivas a la oposición, ese reto permanente en el que fluyen sus declaraciones le ponen al Gobierno del PP su cara más barriobajera y desafiante. Seguro que el responsable de Hacienda hace felices con sus ocurrencias a sus correligionarios más montaraces, atizando un día a las gentes del cine (los de la ceja, como les denominaron los medios afines a la derecha cuando hicieron público su apoyo a Zapatero) y otro día a los rojos de Izquierda Unida, aunque en este caso la patada la propine en el trasero de los asalariados. Alguien debería reclamar moderación al ministro porque el horno de la crisis no está para los bollos de las ironías o las mentiras. Montoro, el que implantó el 21% del IVA cultural, el que grava el consumo de productos culturales, no se corta un pelo a la hora de atribuir las estrecheces económicas que aquejan a la producción cinematográfica en el Estado a "la calidad de las películas", ignorando la parte de responsabilidad que le atañe a él directamente, con un recorte del 8,8% en los Presupuestos de 2014 en las partidas del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales. Las ayudas no serán el único problema del cine, pero suponen una parte muy gruesa. Sin embargo, el tono faltón de Montoro alcanzó su máxima expresión la semana pasada en el Congreso de los Diputados al defender que "los salarios están creciendo moderadamente en España". Las estadísticas oficiales, sin embargo, le desmienten con rotundidad. En el periodo comprendido entre abril y junio pasados los sueldos registraron una caída de un 0,6%. Las palabras de su jefe de Gobierno, Mariano Rajoy, en el reciente viaje a Japón al afirmar que "necesitamos inversiones porque los salarios están bajando" también le contradicen, más allá de que el sábado le echara un guante calificándolo de "gran ministro". Y la realidad desmonta su burda mentira, porque a quien no le han congelado la nómina en los dos o tres últimos años ha tenido que apechugar con recortes salariales. Como titular de Hacienda, Montoro cumpliría mejor con su obligación si extendiera su inspección al sorprendente incremento de millonarios en España y observara si cumplen con sus obligaciones tributarias. A estos mejor no provocarlos, pensará el locuaz ministro.