el debate de Siria está en la calle, en las plazas reales y virtuales y ello ya de por sí es positivo, pues nos convierte en más partícipes del devenir colectivo, de la evolución planetaria. Cualquier guerra nos sacude, cualquier conflicto humano nos emplaza, no necesariamente a tomar posición por una de las partes, sino a optar por la vida, por la paz y el respeto a los derechos humanos. Siempre con el respeto debido a quien siente y late diferente, cada quien se sitúa el arrimo de quien considera está más a favor de estos valores eternos, universales e incuestionables.
Esta valoración por delante, desnudos de prejuicios, habremos de procurar aproximarnos lo más posible a esa geografía de dolor. Convendrá que hagamos un esfuerzo de imaginación y pensemos cómo reaccionaríamos si nuestros hijos fueran por centenares masacrados con armas químicas en los arrabales de una gran ciudad. Primero clamaríamos al cielo impotentes interrogando por ese merecimiento, seguramente después nuestro clamor desesperado se dirigiría a la potencia bélica capaz de detener semejante sangría. Nuestros hijos están bien a resguardo, lejos del alcance de las armas químicas del salvaje dictador de turno y ello nos puede distanciar del apoyo a la intervención limitada que se gesta.
Observamos con respeto, pero no sin pena, cómo en los foros virtuales y reales se arremete contra el mejor líder mundial que seguramente en estos momentos podemos permitirnos también soñar. Obama no nos ha defraudado, otra cosa es que haya podido llegar a donde nosotros quisiéramos. Claro que podemos pedirle más, claro que ese es nuestro deber, pero no olvidemos que no podrá avanzar más de lo que el conjunto de la nacionalista y materialista sociedad americana es capaz de asumir. No se calientan los motores de los Tomahawk ni por petróleo, ni por ambición de territorios, ni por imponer una ideología, sino por parar los pies a un tirano que masacra a la población civil.
A veces en la vida hay que tomar resoluciones difíciles y la contumacia del mal reclama respuestas drásticas. El uso de la violencia sólo está permitida en defensa de la vida en peligro. No perdemos el norte cuando llegamos a comprender la postura del presidente de los EEUU. Quien pretenda despojar a Obama de su Nobel de la Paz, que nos diga de paso cómo se frena a quien destruye por millares la vida de la población civil inocente.
Con todo lo que ha ocurrido, aún no deseamos dejarle solo a este mandatario de color. En sus momentos más difíciles, no nos sumamos al coro que le tumba y arranca medallas. Pedimos para que la conciencia americana avance en materia de solidaridad, de anhelo de compartir o de respeto a la tierra y así su presidente también poder ir más lejos, gobernar en clave de más auténtico y ambicioso progreso.
Tecleo y a la vez estoy disparando. Me hago consciente de ello. Tan responsable es el piloto, el gobernante o, como en este caso, quien les apoya desde el teclado en medio de la cómoda paz de su escritorio. Asumimos esta responsabilidad no por gusto, sino por deber y por compromiso con la vida inocente amenazada. Cada quien ha de atender, también al teclado, a sus más profundos reclamos. No cese nuestro solicitud de luz para que podamos ver con claridad en medio de tan delicada cuestión.