LA situación de stand by en la que se encuentra la Ponencia de Paz y Convivencia del Parlamento Vasco tras la espantada del PSE es una mala noticia para la normalización de Euskadi. La Ponencia es un instrumento con un objetivo concreto. Importante, no hay duda. El propio Plan de Paz y Convivencia elaborado por Jonan Fernández muestra de forma meridiana su trascendencia: "Nunca en los últimos 80 años las cuatro grandes tradiciones políticas de nuestro país se han reunido en torno a una misma mesa para tratar de abordar conjuntamente la respuesta a nuestros problemas de convivencia. La Ponencia de Paz y Convivencia creada en el Parlamento Vasco constituye la oportunidad histórica de corregir esta realidad anómala. El Gobierno Vasco otorga a este foro parlamentario una importancia prioritaria", reza el texto. Pero más allá de su consideración, la cuestión es por qué a día de hoy, ya sin violencia, es imposible que en la cámara vasca pueda crearse un foro plural para tratar sobre la pacificación y la convivencia tras años de sangre y enfrentamiento. Es más: por qué la paz es el único tema sobre el que no se puede discutir en el seno del foro que representa la voluntad popular. El Parlamento ha tenido activas a lo largo de su historia decenas de ponencias. De todo tipo. Ninguna sobre pacificación y convivencia. Es evidente que EH Bildu y la izquierda abertzale no han asumido el suelo ético establecido. Ni en la teoría ni en la práctica. Y no lo tendrían difícil: bastaría con que aplicasen el mismo implacable rigor ético que ha utilizado con sus concejales en Hondarribia, uno de los cuales fue obligado a dimitir por el hecho de desfilar en el Alarde tradicional y otros tres lo han hecho en solidaridad con su compañero. El mínimo ético, en efecto, debe aplicarse siempre, aunque el PSE que ahora lo invoca no lo tuvo en cuenta cuando pactó con Bildu en Gipuzkoa sus acuerdos fiscales. El problema ahora, con la Ponencia en coma inducido, es que los partidos asumen la necesidad de un foro de estas características porque reconocen que hay déficits en esta materia. Es simple: si no los hubiera no tendría sentido crearla. El instrumento existe porque existe el problema. La paradoja de la paralización de la Ponencia de Paz y Convivencia es, precisamente, que muestra la incuestionable necesidad de ponerla en marcha.