con relativa frecuencia ocurren actos de violencia sangrienta que nos alarman. Un espectáculo deportivo se ve enturbiado por hechos ocurridos antes, durante o después del espectáculo; algún elemento inestable entra en una escuela y mata a una serie de estudiantes o profesores; unos desquiciados, para divertirse, tirotean a uno que corría; un atentado terrorista se cobra una serie de vidas; una manifestación es salvajemente reprimida; un detenido muere con evidentes signos de tortura que no es investigada; en las fiestas se producen ataques sexistas. Cuando esto ocurre surgen los comentarios, la prensa se rasga las vestiduras y los ciudadanos nos preguntamos cómo puede ocurrir. Entonces se pide más mano dura, más represión y menos tolerancia.
Pero no es esa la solución. Siempre debemos compaginar la seguridad de los ciudadanos con la defensa del Derecho, evitando caer en excesos de cualquier signo. La solución pasa por la educación, por la asunción de una escala de valores en la que el respeto a los demás ocupe un puesto preferente.
Llevamos muchos años hablando de derechos, pero no de obligaciones. Sin embargo, a todo derecho le corresponde una obligación. La educación basada sólo en el derecho es pasiva y supone que son los demás los que deben hacer algo para uno. Pero la educación que toma en consideración la obligación es activa y exige actuar y aportar considerando y respetando al grupo o la sociedad.
Debemos también cuidar el entorno social y cultural. ¿Cuántos comentaristas deportivos calientan el ambiente previo a un encuentro deportivo o qué efectos tienen muchas declaraciones de entrenadores y deportistas? ¿Qué juegos o videojuegos tienen nuestros niños y jóvenes? ¿Qué ejemplo nos dan los políticos en lo que debieran ser debates ideológicos? ¿Cómo nos influyen algunos programas televisivos basados en el insulto, la descalificación y la riña? ¿Qué ejemplo nos transmiten las películas o series policíacas donde los buenos pisotean los derechos de los ciudadanos? ¿Qué ejemplo nos dan las películas donde el transgresor, el mujeriego o el ladrón es el simpático y el de conducta recta un petardo?
Para recolectar hace falta sembrar y cultivar. Si no queremos lamentarnos de tener una sociedad intolerante, eduquemos en la tolerancia; si no queremos lamentarnos de tener una sociedad irrespetuosa, eduquemos en el respeto; si no queremos una sociedad transgresora, eduquemos en cumplimiento de nuestras obligaciones y en el respeto a los derechos de los otros; si no queremos tener una sociedad violenta, fomentemos conductas de diálogo y reconciliación; si no queremos violencia sexista, fomentemos el respeto al otro sexo.
Pero la violencia de sangre no es la única. Hay otras violencias de guante blanco como la existencia de altas rentas cuando hay hambre, de grandes patrimonios cuando otros no tienen vivienda, dejar sin trabajo a gente para que altos directivos y consejeros tengan mejores retribuciones o la imposición de los mercados sobre la voluntad popular.
Este verano hemos leído la noticia de que un becario moría en una compañía de inversiones en Londres como consecuencia del trabajo que estaba haciendo y acumular 40 horas de trabajo seguidas sin descanso. Lo hacía voluntariamente para obtener un buen puesto de trabajo. ¿Con qué criterios jerarquizaba las decisiones este becario? ¿dónde estaba la responsabilidad del empleador?
Denunciemos todos los abusos, exijamos políticas donde el sentido social predomine sobre el especulativo y de redistribución de la riqueza. Aportemos lo mejor de nosotros al colectivo. Un pasito de cada uno permite recorrer muchos kilómetros.