SÍ, la reforma fiscal es necesaria e imprescindible. Si tuviéramos un Gobierno central mínimamente serio y con sensibilidad social, su primera medida habría sido la reforma fiscal con la finalidad de aumentar los ingresos y evitar los recortes.
En España ha caído la recaudación fiscal como en ningún otro país europeo. Esta caída ha sido achacada a la crisis económica. Pero la realidad es bien distinta; de cada cuatro euros que han caído en la recaudación impositiva, sólo un euro es consecuencia de la crisis. Los tres restantes son consecuencia de las reformas fiscales llevadas a cabo por PP y PSOE, que han conseguido un sistema aberrante, injusto e insolidario.
Aproximadamente el 22% del PIB es economía sumergida, que ha sido aceptada y fomentada desde los distintos gobiernos del PP y PSOE. El nivel de defraudación es escandaloso. Cuando el mundo del trabajo representa el 47% del PIB, su aportación impositiva es nada menos que del 90%, mientras que el otro 53% del mundo empresarial y plusvalías sólo aporta el 19%. ¿Cabe mayor descaro y escándalo? La defraudación fiscal ronda los 75.000 millones de euros anuales, según la Unión Europea.
Hoy sabemos que el 95% de las 35 empresas que forman el IBEX actúan de forma habitual en paraísos fiscales y su nivel de defraudación roza el 50% de esos 75.000 millones. ¿Qué han hecho los gobiernos del PP y del PSOE para atajar este escándalo? Evidentemente nada; mirar hacia otro lado. Como dice Adam Smith, "no es ilógico que los ricos contribuyan al gasto público no sólo en proporción a sus ingresos, sino en algo más que esa proporción".
La situación es mucho más compleja que subir o bajar impuestos. La presión fiscal está ocho puntos por debajo de la europea, el 32,4% en España por el 40,1% en la UE. Sin embargo, las rentas salariales están muy castigadas, mientras que las del capital apenas pagan. La cuestión hoy no es bajar o subir impuestos, sino quién debe pagar, cuánto y qué se hace con el dinero recaudado.
España no tiene un problema de gasto público excesivo, sino de insuficientes ingresos impositivos, por eso una reforma fiscal es necesaria e imprescindible. Es falso que las pensiones o el Estado del Bienestar sean insostenibles por falta de medios. Es obvio que si las clases ricas y las multinacionales pagaran los impuestos que les corresponden, no harían falta recortes.
Las medidas tributarias deben ser muy selectivas, guiadas tanto por el criterio de eficacia recaudatoria como por el de su equidad. Debemos saber que España invierte menos de la mitad que los países europeos en su lucha contra el fraude. En consecuencia, es preciso perseguir el fraude fiscal para que paguen los que no pagan.
Los impuestos deben estar bien diseñados técnicamente para que se impidan escapatorias como las actuales. La primera medida responsable sería volver al IVA existente antes de la subida de Rajoy. La segunda, mantener de forma indefinida el gravamen complementario del IRPF y añadiendo tres impuestos, uno sobre bienes suntuarios, otro sobre transacciones financieras y riqueza y el tercero sobre depósitos bancarios con un gravamen del 0,2%, así como la modificación de la actual estructura de las SICAV, pasando de su escandaloso 1% al 5%. El Impuesto de Sociedades debería seguir en sus actuales gravámenes, pero con una desaparición de muchas de sus exenciones actuales. Se debería trabajar también en los llamados impuestos verdes, que incluyen la contaminación, los carburantes o el agua. Por ejemplo, se debería implantar un impuesto sobre el uso de aguas públicas por las empresas eléctricas, que en España es prácticamente de coste cero, y ponerse uno parecido al de Alemania.
El Gobierno del Partido Popular decidió subir los impuestos a las clases medias y no ha hecho nada frente al fraude fiscal, y sí ha concedido amnistías fiscales que legalizan conductas defraudadoras. Rajoy se debía haber centrado en aumentar los ingresos tocando a los poderosos, pero como son los que le apoyan prefirió recortar para explotar a los más débiles. Debemos recordar la frase tu evasión es mi desempleo y tu paraíso es mi infierno.