gabriel Almond y Sidney Verba acuñaban en 1963 el término de cultura política en su obra La cultura cívica. A simple vista, cualquiera podría pensar que hablamos del conocimiento que una persona tiene en un momento dado sobre la política de su país, pero no se trata de eso. Es un concepto sociológico, antropológico de cultura, de un comportamiento aprendido, algo así como una orientación o predisposición a actuar de un modo determinado por aprendizaje. La cultura política es estable, de larga duración, resultado de experiencias históricas. Es lo que hace que los individuos de una comunidad política actúen de una forma determinada y hoy, con suma tristeza, hemos podido volver a comprobar una vez más el pobre y lastimoso nivel de cultura política existente en las instituciones del Estado español.

La comparecencia en el Senado de Mariano Rajoy y las respuestas -si es que podemos llamarlas así- que ha ofrecido al conjunto de la población no han hecho más que confirmar las sospechas que muchos teníamos sobre la poca utilidad que iba a tener esta sesión extraordinaria y lo fútil y frívolo que suponen las continuas discusiones de los diputados, cuyo objetivo es tirarse los trastos a la cabeza y empeñarse en realizar un y tú más. Ésta es su cultura política. Una cultura basada en anacronismos, corruptelas y poltronas. Que Rajoy realice un discurso programado, insulso y falto de respuestas es cultura política. Pero no se trata de Bárcenas, se trata del trasfondo que esto oculta y que no se ha discutido ni se discutirá, a no ser que se imponga desde un movimiento cívico, articulado y potente.

Cultura política es apostar por los pagos a políticos por parte de grandes empresas para compartir beneficios y favores políticos. Cultura política es apostar por la externalización de hospitales o comedores mientras la única víctima es el paciente. Cultura política es promover el cierre de bibliotecas porque no dan beneficio. Cultura política es que los que menos tienen tengan que esforzarse más para continuar en su carrera universitaria o máster oficial. Cultura política es desmantelar la sanidad mientras bajas impuestos a las sociedades y grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año (el 0,12% de todas las empresas). Cultura política es que el número de multimillonarios aumente mientras uno de cada cuatro españoles es pobre (lo dice Caritas). Cultura política es destrozar la educación pero no perseguir el fraude fiscal, cuya mayor parte pertenece a la banca, y grandes empresas y fortunas cuya recaudación daría para pagar todos los recortes en educación. Esa es la cultura política que tenemos y padecemos actualmente.