hoy arranca en Galicia -con presencia de los alaveses Mikel Landa y Koldo Fernández de Larrea- la Vuelta ciclista a España que probablemente sea aquí recordada como la última prueba de élite que correrá el Euskaltel-Euskadi, apenas cuatro días después de que el equipo naranja haya anunciado su desaparición. Su esfuerzo en el pasado Tour de Francia no ha evitado lo que desde hace un tiempo se barruntaba como una amenaza de extinción. La ambiciosa apuesta acometida en los últimos meses por el Euskaltel para estar entre el reducido ramillete de la veintena de equipos del ciclismo mundial -lo que implicaba entrar en otra dimensión- le metió en una exigencia inversora que el patrocinio de la compañía vasca de telefonía no podía asumir en solitario. El proyecto del equipo ciclista que durante 20 años ha ilusionado a miles de aficionados vascos y ha promocionado las marcas Euskaltel y Euskadi ha sucumbido ante las restricciones impuestas por la crisis a las empresas patrocinadoras del deporte y las dificultades de las administraciones públicas. Pero esta racionalidad económica no aliviará el disgusto de quienes han disfrutado con el equipo que ha llevado hasta la élite a la cantera vasconavarra del ciclismo. Se puede intentar explicar que Euskaltel -cuyo mercado se restringe al País Vasco- no quiera asumir en solitario el mantenimiento de un equipo con vocación más ambiciosa. Puede ser defendible también que las administraciones se nieguen a financiar proyectos deportivos con cifras y fichas profesionales astronómicas. Y parece incuestionable que un proyecto nacido de la iniciativa social no alcanza a mantener un equipo de élite con las únicas aportaciones de sus socios. Es de suponer además que el momento crítico que atraviesa el ciclismo como consecuencia del fantasma del dopaje no es el mejor para atraer a nuevos patrocinadores, aún cuando el equipo naranja esté libre de toda sospecha. Sin embargo, con la desaparición del equipo vasco y toda la simbología que encerraba, todos perderemos algo. Y la defunción del sueño naranja deja ahora abierta una incógnita sobre la pervivencia de algunos equipos en ámbitos tan reducidos como el vasco, en un contexto en el que los recursos públicos no van a poder financiar el deporte profesional.