CUALQUIER momento es bueno para hablar de pactos entre distintos grupos políticos y ciudadanos buscando una alternativa de mínimos cara al futuro. Hoy lo podemos hacer recordando el Pacto de San Sebastián, acaecido en agosto de 1930 entre grupos republicanos y embrión de distintas uniones que posteriormente dieron paso a la II República. Eran momentos difíciles a comienzos de los años 30 a nivel europeo y mundial. Se sufría las consecuencias del crack del 29, Italia estaba gobernada por el fascismo y en Alemania el movimiento nazi tomaba cada vez más fuerza. En España, la monarquía borbónica hacia aguas por todas partes. En esta encrucijada histórica surge el Pacto de San Sebastián como una alternativa de futuro.
Se suele decir que la historia se repite, frase cierta en parte si somos capaces de analizar las distintas situaciones históricas, pero cada una en su época. Si en los años 30 el fascismo y el nazismo actuaban secuestrando la democracia - Italia, Alemania o España con métodos militares y dictatoriales-, hoy en día aparece un pseudosecuestro de los parlamentos democráticos - Italia y Grecia- en base a políticas diseñadas por los mercados.
A la actuación de este fascismo económico -con una puesta en escena distinta al fascismo de los años 30 pero con un peligro social gravísimo- debemos hacerle frente como ciudadanos uniendo esfuerzos y creando una alternativa política a este despropósito.
En los años 20 la monarquía borbónica se había ganado su impopularidad debido a la guerra de Marruecos, el apoyo y mantenimiento de la dictadura de Primo de Rivera, la corrupción a distintas escalas o los fusilamiento en diciembre del 30 de los capitanes republicanos Galán y García Hernández. Todo esto había dejado un poso negativo y, como consecuencia, la capacidad de generar una alternativa comienza con el Pacto de San Sebastián, que más tarde se plasmó con un frente republicano socialista en las elecciones municipales de abril de l 31. Y como consecuencia del resultado electoral, la salida de la monarquía y la proclamación de la II República.
Hoy en día el desprestigio de la monarquía es patente por las acciones de las que es protagonista los Borbónes y sus allegados. Un sistema caduco, nada democrático e impuesto por un general golpista no puede tener el beneplácito de ciudadanos demócratas. Por ello, este sistema debe darnos pie a una alternativa de gobierno republicano donde el ciudadano sea el eje central de la acción política. Una república federal con derecho de autodeterminación como herramienta democrática para sus pueblos.
La situación económica y social es alarmante. Los ataques a los servicios públicos de sanidad, educación son de tal calado que en pocos años pueden dejarnos en un páramo social. Debemos buscar un encaje de las fuerzas republicanas de izquierda con distintas sensibilidades identitarias para generar un nuevo pacto.