LAS últimas revelaciones realizadas por el extesorero del PP, Luis Bárcenas al juez Ruz sobre la entrega de casi un millón de euros por parte del PP vasco entre 1999 y 2005 (en plena presidencia de Carlos Iturgaiz) presuntamente aportados como donaciones por empresarios y cuyos documentos se han hecho públicos, revela un vuelco en las implicaciones del partido de Arantza Quiroga respecto al escándalo de financiación ilegal del PP. Tras el intento de distanciarse del caso, aportando documentos bancarios para desmentir que la sede de la formación en Bilbao se pagó con dinero negro y así diferenciarse de los silencios que vienen marcando a su partido, en lo moral han mantenido una actitud de indignación y asqueo por las presuntas actividades económicas que se fraguaban en la sede de Génova mientras los cargos públicos vascos vivían bajo la amenaza de ETA.Así lo pusieron de manifiesto en numerosas ocasiones, desde el anterior presidente Antonio Basagoiti señalando su repugnancia porque "algunos saquen dinero mientras otros nos jugamos la vida" hasta la recién nombrada presidenta que, en Madrid dijo delante del propio Rajoy sentirse asqueada porque "mientras algunos iban temblando a los plenos otros estaban en política para otras cosas". Ayer incluso, y con los papeles publicados, Quiroga, que con dos meses en el cargo se enfrenta al mayor escándalo de la historia de su partido, puso de nuevo en valor a los políticos del PP vasco, algunos de los cuales, dijo, "están bajo tierra". Pero, sin bien hasta ahora el empleo como reproche de la angustia y la amenaza durante años era comprensible en un contexto de escándalo político pergeñado en Madrid, los documentos ahora conocidos erosionan una tesis que ha llegado desde el propio centro del escándalo intentando desviar la atención con uno de los episodios más dolorosos que ha vivido la formación en Euskadi cuando González Pons aseguró que "El PP no es Bárcenas, es Miguel Ángel Blanco" en el reciente aniversario del asesinato del concejal de Ermua. Una vez que el caso ha salpicado a la formación en Euskadi, al anuncio de exigencia de información a sus predecesores debiera acompañarles una modulación en los reproches hasta ahora esgrimidos para no pasar a ser un partido de indignado a indignante.