si se cumplen las previsiones del Gobierno español, las Cortes aprobarán este mismo año la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) y entrará en vigor en el curso 2014-2015. Quién sabe cómo se desarrollará el debate, pero no hay que ser muy avispado para prever que el poder sigue sin atajar en España los profundos problemas y atrasos que arrastra en su visión, organización y concreción del sistema educativo. No ha aprovechado ni ha aprendido de las diversas realidades que han surgido en los distintos territorios del Estado, ni de los mejores resultados mostrados por las buenas prácticas puestas en marcha en el entorno europeo.

El impulso político que subyace en el texto a debate en las Cortes pretende solucionar dos graves problemas: la gran diferencia de resultados obtenidos en las comunidades autónomas del sistema educativo español y sus malos resultados a escala internacional. Vistos los datos, existen enormes diferencias en las tasas de alumnos que logran el título de graduado a la finalización de la ESO. En el nivel superior se halla Euskadi -con el 88%- y en el inferior Baleares, Castilla La Mancha, Valencia, Murcia y Ceuta, por debajo del 70%.

El pasado año, el colectivo Lorenzo Luzuriaga cruzó estos datos con los publicados por PISA y en su informe apuntaba que "la excepción es el País Vasco, con buenos índices correlativos de rendimiento y bajo fracaso y abandono escolar" y se preguntaba por las razones de este buen comportamiento. La respuesta más certera ha de buscarse, al menos, en dos factores: el valor que la sociedad vasca da a la educación y la política educativa desarrollada por el Gobierno Vasco en los últimos 33 años.

En el primer factor, ha de resaltarse la acción de las ikastolas, como principales impulsores de la educación euskaldun, al acertar en su combinación de euskera, cultura vasca, identidad euskaldun e innovación pedagógica, y en la creación y desarrollo de recursos didácticos, organizativos y económicos necesarios para tal fin. Han sabido sacar un buen jugo a su acción escolar, hasta el punto de convertirse en referencia obligada para el resto de colegios y escuelas.

Pero, la acción multiplicadora ha venido de la mano del Gobierno Vasco, puesto que ha sabido conjugar la iniciativa de centros públicos y concertados en difícil equilibrio. Así, la CAV es, dentro del sistema educativo español, la que más ha invertido en educación y es el Gobierno Vasco, en comparación con el resto de las CCAA, el que más dinero ha puesto para promover la educación bilingüe o plurilingüe, la renovación pedagógica, la creación de materiales, la formación, la evaluación, el currículo vasco específico o las tecnologías de la información. Aun así, le queda mucho trecho para llegar a la tasa de inversión que realizan los estados europeos con mejores resultados.

Sin perder de vista el debate de Madrid, conviene centrarse en la política educativa que se precisa en el territorio vasco, por encima de la reforma educativa en ciernes. Para ello, la CAV cuenta, de partida, con una herramienta de gran valor y alcance: el Currículo Vasco que las ikastolas, los colegios religiosos, un buen número de colegios públicos y el propio Gobierno Vasco acordaron y aprobaron con el fin de dar cumplida respuesta a los retos que tiene la educación en el primer cuarto del siglo XXI. El Currículo Vasco situó -haciendo suyas las directrices europeas- las competencias educativas básicas en el fundamento de una educación de vanguardia. El siguiente paso se centra en ultimar y desarrollar un planteamiento pedagógico coherente con este currículo.

En este contexto, está bien que el Gobierno Vasco tenga en cuenta el texto legal que salga promulgado por las Cortes de Madrid, puesto que esa es su obligación. Pero su tarea estratégica se halla en la vía abierta por el Currículo Vasco, en la educación euskaldun contemporánea y de futuro, para lo cual tiene que diseñar y gestionar elementos de mejora que supere lo conseguido en los pasados 33 años.

Es decir, que ha de lograr que los alumnos, profesores, padres-madres y toda la ciudadanía vasca actúe de forma competente, que ha de ser capaz de movilizar de forma integral lo aprendido para poder solucionar eficazmente los problemas que se nos presentan en las distintas situaciones de la vida y es necesario -también- movilizar y actualizar todo lo que durante décadas hemos aprendido para desarrollar la educación vasca en el siglo XXI.