álava ha pasado ya dos años en blanco bajo el manto del gobierno popular de Javier de Andrés, según le reprocharon ayer todos los grupos de la oposición -coincidiendo jeltzales, socialistas y la izquierda abertzale- al alcanzar el ecuador de la legislatura foral. Y es la que la falta de iniciativa, la desaparición de la inversión pública, la ausencia de proyectos para la reactivación del tejido productivo alavés o la gravosa merma en los fondos de financiación de las entidades locales han marcado dos años de auténtica parálisis. La caída de la recaudación -ya sea como causa o como pretexto esgrimido por los gestores del PP- ha derivado en un parón en la Diputación que, a su vez, vuelve a repercutir en el estancamiento de la actividad económica alavesa, entrando así en un círculo vicioso ante el que la única receta del diputado general parecen ser más ajustes, "incómodos pero necesarios", como apuntaba -casi parafraseando a su jefe Rajoy- en la entrevista que concedió a DNA el pasado sábado. La Diputación ha estado además regida por un equipo de gobierno gris. A las notorias carencias de discurso y de mensaje que arrastra un Javier de Andrés que ha ido perdiendo empatía ante la opinión pública se suma un gabinete formado por diputados de escaso peso, aparte de haber tenido que acometer ya una crisis por los desatinos de Luis Viana o del rechazo que provocan Javier Arbulo en su arisca relación con los ayuntamientos o Icíar Lamarain por la discrecionalidad con la que ha gestionado las cada vez más exiguas partidas de cultura. Además de que el equipo del PP ha pasado de puntillas sobre polémicas como Garoña, el fracking o Foronda. A la carambola con la que arrancó De Andrés -cuya investidura fue facilitada por los dos votos de EB tras una sombría negociación con el PNV en la que la formación de Madrazo intentó colocar a una treintena de sus militantes en las instituciones- se sumó la carambola de una prórroga presupuestaria que tuvo que ser parcheada con un acuerdo in extremis con los jeltzales para salvar 5 millones de euros en crédito adicional para financiación municipal, euskera y apoyo al tejido asociativo. Pero Álava no merece resignarse a ir capeando el temporal entre estancamientos y carambolas.