EL Consejo Asesor del Euskera, que celebró el viernes su primera sesión plenaria de la legislatura en coincidencia con la presentación por Euskaltzaindia del nuevo Diccionario General Vasco, no es ajeno a la resolución del Parlamento Europeo el pasado día 18 instando a los Estados miembros de la UE a "ser más conscientes de la amenaza" sobre el futuro de muchas lenguas en Europa y a incorporar "el respeto efectivo a la diversidad lingüística". Tampoco lo es a la evaluación del uso del euskera en las administraciones públicas vascas, dada a conocer esta misma semana. La advertencia europea y la realidad vasca, traducida en un amplio conocimiento de nuestra lengua pero con uso mucho más escaso tanto en la administración como en la sociedad a la que esta atiende, no son contradictorias, como no lo es tampoco que ambas, administración y sociedad, participen más del bilingüismo que hace una década y, sin embargo, presenten aún en la práctica clara inclinación hacia el castellano. Parafraseando al lehendakari Iñigo Urkullu en el pleno del Consejo Asesor, se podría decir que el euskera goza en la CAV -no así en Nafarroa e Iparralde- de suficiente estatus legal, pero también que su política lingüística aún se encuentra restañando la involución normativa -límites a los perfiles de acceso a la administración, revisión de los planes de euskaldunización, retrasos e incumplimientos en las ayudas a la enseñanza, modificación de la ley del consumidor sobre atención en euskera...- de la legislatura anterior y que pese a contar con una muy mayoritaria adhesión de la ciudadanía esta solo se refleja parcialmente en el ámbito de lo cotidiano. Es decir, todavía es necesario incentivar dos de los tres factores fundamentales para el desarrollo sostenido del euskera. Por ello, el Consejo Asesor, como órgano que coordina la tarea de la normalización lingüística, debe contribuir a compensar ese desequilibrio desde el consenso en el diagnóstico inicial del mismo, alejando infundados temores ideológicos, para ampliar aún más el interés social por el euskera -reflejado anualmente, por ejemplo, en el incremento de alumnos en la enseñanza en nuestra lengua- y su relevancia diaria desde la integración de quien no lo habla, pero sin discriminación de quien sí desea hacerlo.