la imagen de un país en su proyección al exterior puede ser más o menos fiel a su realidad socio-económica y, en virtud de ello, puede también modificarse o moldearse. Y hacerlo para bien, con el fin de responder y representar mejor la realidad -singularidades culturales y sensibilidades nacionales incluidas- de ese país y su sociedad; o para mal, forzándola con el fin de diluir la parte en un todo que, pese a la innegable relación, es diferente en fondo y forma. Euskadi, el País Vasco o Basque Country había visto supeditada su imagen y su marca en los últimos años a su ligazón con el Estado español -en lemas como el I need Spain al que se encadenó el Gobierno López- hasta el punto de que parecía constreñirla a un sector turístico que, aun habiéndose desarrollado sobremanera en la última década y convirtiéndose también en referencia de calidad, no refleja una realidad vasca impulsada por una estrategia económica diferente, basada en su tradición industrial o en la apuesta por la innovación y por los nuevos sectores productivos. Y esos son precisamente algunos de los factores que han hecho que la economía vasca ofrezca índices de renta per cápita o de PIB industrial que se sitúan en la media de la Unión Europea o que se haya situado a la cabeza en otros indicadores de desarrollo, con un porcentaje de explotación del suelo inferior al Estado -por una menos dependencia del sector del ladrillo- o un nivel de formación muy elevado en sus nuevas generaciones profesionales. Toda esta realidad socioeconómica -que necesariamente queda fuera de la campaña de promoción ligada al sector turístico que condiciona la marca España- sí tiene que formar parte, sin embargo, de la marca Euskadi. Los beneficios de una estrategia global de marca de país deben ser, por tanto, mucho más amplios que los de una campaña de promoción que se limite a vender las bondades de nuestra singularidad turística, aun cuando ésta vayan incluidas en el paraguas vasco que mira al exterior. No se trata únicamente de subrayar y poner en valor las diferencias -que las hay- sino de dar un paso más en la necesaria estrategia de internacionalización de la empresa, la oferta y el producto vasco en una realidad globalizada en la que han desaparecido las fronteras.
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