LA convocatoria del lehendakari Iñigo Urkullu a las formaciones con representación parlamentaria para analizar las vías de reactivación económica y fomento del empleo ha supuesto, por sí misma, un hito político al reunir, por primera vez en Euskadi -y en el Estado- a los representantes de todos y cada uno de los partidos aunque tras la misma, y con matices, estos hayan vuelto a destacar las diferencias de sintonía a la hora de encarar el problema primordial y la principal preocupación de la sociedad vasca. Ahora bien, siendo esto hasta cierto punto lógico en formaciones de ideologías distantes, con programas electorales diferenciados y hasta con modelos socio-económicos diversos, no lo habría sido tanto la sobrevaloración de dificultades para tejer siquiera mínimos compromisos de índole general sobre los que asentar un diálogo en torno a ejes que todos, o quienes conformarían una nítida mayoría parlamentaria, comparten. Es el caso de un análisis en profundidad de las necesidades fiscales del país que pudieran desembocar en una reforma del modelo tributario. O el de la puesta en marcha de mecanismos, resortes y controles para impedir o siquiera minimizar el fraude; por supuesto de la reactivación económica y de empleo o del estudio de las políticas sociales o el modelo institucional de nuestro país. En ese sentido, la petición del lehendakari Urkullu a los partidos para que presenten propuestas al respecto -el PNV fue la única formación que llevó algún planteamiento concreto a la reunión- y la elaboración de un calendario de citas en que desbrozar las dificultades; lejos de adolecer de falta de iniciativa, como trataron de achacar ayer Quiroga (PP) o Maneiro (UPyD), no es sino un modo de abrir la posibilidad de concordancia de métodos y objetivos que, por otro lado, parece empezar a entretejerse en el eje institucional abierto por el Gobierno con las diputaciones y que al parecer otras formaciones, como el PSE, según palabras de Patxi López, tampoco descartan. La que se puede considerar primera gran cumbre política vasca en torno a la crisis, aunque llega más de cuatro años después de que esta comenzara a afectar a Euskadi, puede haber servido, en definitiva y siquiera, para compartir diagnóstico y voluntad de avanzar en soluciones prácticas. Lo que, vistos los precedentes, no parece poco.
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