LA consulta que se ha llevado a cabo en Legazpi este fin de semana para preguntar a la ciudadanía sobre sus preferencias entre dos sistemas de recogida de residuos ha sido un éxito de participación. Y los resultados suponen todo un voto de censura popular a Bildu (que controla el gobierno municipal) sobre su política de imposición sin contar con la libre voluntad de la ciudadanía. La plataforma popular convocante logró que 3.683 personas ejercieran su voto, lo que representa el 51,76% del censo electoral y, lo que es más significativo, apenas 969 votos menos que los escrutados en las elecciones municipales de 2011, a pesar de la consigna expresa de Bildu de no participar en la iniciativa. Datos que ponen en evidencia la dimensión que ha adquirido el tema de las basuras y el sistema de recogida puerta a puerta impuesto por Bildu en los municipios de Gipuzkoa que controla. El hecho de que en los prolegómenos de esta consulta el mismo alcalde de la localidad Kepa Urtzelai deslegitimara la iniciativa tachándola de "falta de seriedad y de legitimidad" ha enrarecido aún más el ambiente. Mientras, la oposición contra este sistema no hace más que crecer en los municipios donde se anuncia su implantación, con el agravante de que ya se están produciendo situaciones de desobediencia civil (como en Lezo) con el consiguiente nivel de confrontación ciudadana. Con la pionera e inédita consulta de Legazpi hay un antes y un después en el debate social de los residuos en Gipuzkoa. Hasta el momento, las diferentes plataformas contra el sistema puerta a puerta habían logrado reunir 75.000 firmas y siguen demandando la realización de consultas en los municipios donde Bildu ha implantado el sistema, aunque sus demandas son rechazadas de forma sistemática. La autogestión y la iniciativa popular han hecho realidad la de Legazpi y es posible que otros grupos sigan la misma estela, pero queda por ver si estas incitativas van a ejercer algún tipo de influencia en Bildu dado que el talante demostrado hasta ahora ha sido la mera imposición. La coalición, otrora adalid de la participación ciudadana en la toma de decisiones, ve cómo se le enreda un asunto donde, por encima de consignas, está imperando la opción personal. Podría suponerle, incluso, un serio disgusto electoral.