me temía yo que, tras los palos recibidos después de las dos demostraciones de impotencia en Moscú, los jugadores y técnicos del Caja Laboral arremetieran contra las críticas, sacaran pecho y hasta reclamaran el agradecimiento popular por haber llegado hasta aquí. No veía yo demasiado maduros en este sentido a Tabak, Nemanja, Heurtel y compañía, la verdad. Sin embargo, y confieso que me sorprende gratamente, agacharon la cabeza, hicieron acto de contricción y prometieron esforzarse para limpiar su imagen. Eso era lo mínimo que la gente de Vitoria y aficionados al Baskonia en general esperaban. No confiaban seguramente ni siquiera en el triunfo aunque sí, al menos, en restañar aunque fuera en parte el honor estrepitosamente perdido en Rusia. Y el equipo dio incluso más, una inyección de energía a su público como hacía tiempo que no se percibía en el Buesa Arena. Ayer, por fin, los que optaron por quedarse en casa o elegir otro modo de pasar la tarde volvieron a arrepentirse de haberse perdido una batalla épica, de esas en las que sientes que la comunión es absoluta y que los jugadores se van a partir la cara por ti y que necesitan y agradecen tu aliento para eludir el cansancio y compensar el potencial del rival. De lo que quizá no sean conscientes los pupilos de Tabak es de que propinando tamaña paliza al CSKA se han vuelto a meter en otro lío. Porque si son capaces de competir e incluso doblegar al favorito, ¿por qué conformarse con un triunfo si les pueden ganar dos veces más?
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