lA presidenta del Gobierno navarro Yolanda Barcina, y con ella UPN, está acorralada con un triple frente: el judicial, el social y el político. Y éste en dos niveles, uno externo (Parlamento) y otro interno (su propio partido). Aunque su condición de aforada y su incoherencia con sus propias palabras le han salvado por el momento de ser imputada por el escándalo de las dietas de Caja Navarra, lo cierto es que su causa acumula revés judicial tras revés judicial mientras el proceso avanza con sus dos vías, la foral y la estatal, hacia un más que probable juicio. De imputados a acusados hay un escalón. Y de acusados a culpables hay otro, pero la tendencia parece tener una línea continua. El tiempo y la Justicia -que por otra parte está demostrando en este caso y en otros como el de la Casa Real tener un pulso profesional y social elogiable- pondrá cada cosa en su sitio. Pero al margen de las responsabilidades judiciales están las políticas y aquí sí que no cabe esperar mucho para una sentencia. Si bien es cierto que la inminente moción de censura no ha aglutinado una alternativa consensuada para ser efectiva, lo cierto es que en el Parlamento foral se escenifica cada día la insostenible minoría de un gobierno agotado y acorralado mientras que internamente, la exigua mayoría que logró Barcina en el Congreso de UPN empieza a ser minada por un creciente sector crítico. Sus victorias se están convirtiendo en derrotas. Ni la táctica del ventilador fuera ni la del rodillo excluyente dentro parecen haberle servido. Pero el espacio más importante que clama por el fin de un ciclo es la opinión pública, la ciudadanía navarra. La manifestación del sábado fue un claro síntoma, aunque la corriente de fondo es aún más amplia, plural y potente. Yolanda Barcina se empecina en un enroque (a la luz de su silencio público y su maniobra interna con el argumentario) que puede arrastrar a todo su partido. O lo que es peor, a una Navarra azotada por la crisis y la pérdida de competencias. La presidenta está en un oscuro callejón en el que se ha metido sola con sus actuaciones carentes de ética. La única salida es dimitir y convocar elecciones y que la ciudadanía exprese su voluntad en espera de que sus representantes sepan canalizarla hacia una alternativa real y sólida de cambio.
- Multimedia
- Servicios
- Participación