SIEMPRE se ha dicho, y los expertos con experiencia en otras latitudes así lo han advertido, que todo proceso de pacificación tiene lo que se denomina "dientes de sierra". Es decir, momentos de "euforia" en los que parece que todo camina por los cauces adecuados, combinados con etapas de estancamiento en las que se advierten con mayor o menor crudeza los riesgos de que las expectativas abiertas se den de bruces con una realidad tozuda que hace peligrar todo el proceso. Es algo normal, pero no por ello debe dejarse al albur de los acontecimientos. Es lo que parece que está ocurriendo en Euskadi en las últimas semanas. Las informaciones que llegan a la ciudadanía son, tanto por separado como en conjunto, negativas y alertan sobre una situación delicada del proceso abierto tras la decisión de ETA de renunciar a la violencia hace casi año y medio. Entre otras cosas, porque muy poco se ha avanzado desde entonces y cualquier circunstancia puede incidir de forma negativa. Así, en los últimos días se han sucedido la expulsión de Oslo, por parte del Gobierno de Noruega, de los interlocutores de ETA ante la negativa del Ejecutivo español de entablar el diálogo; el revuelo por la intransigencia del Gobierno español en mantener la doctrina Parot y su demagógico proselitismo en Estrasburgo; las muertes de los presos Anjel Figeroa (fallecido en su casa, a la que había sido trasladado por su delicado estado de salud) y, sobre todo, de Xabier López Peña Thierry, ex jefe militar de ETA y que tuvo un papel destacado en el fracaso del anterior proceso de paz iniciado en Loiola; y los comunicados tanto de la propia organización armada en el Aberri Eguna como del colectivo de presos EPPK el viernes. Todos estos acontecimientos tienen un denominador común: en palabras del EPPK, "el riesgo de que se alargue el conflicto es elevado". Al margen de que es una interpretación de parte y mediatizada por la muerte de una figura como la de Thierry y las circunstancias en las que se ha producido, no hay duda de que el momento es complicado. Lo afirma, también, el abogado sudafricano Brian Currin en la entrevista que publicamos hoy. El Gobierno de Rajoy debe dar pasos ya en política penitenciaria y de derechos humanos. Del buen encauzamiento del proceso dependen, simple y llanamente, el desarme y posterior desaparición de ETA. Para siempre.
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