entre los ocho mejores de Europa, semifinalista de Copa y segundo en la fase regular de la Liga. No parece un mal balance a estas alturas de la temporada para un equipo zarandeado por la crisis, deportiva y económica, desde prácticamente el comienzo de la campaña. En lo económico, me refiero a la imposibilidad de fichar jugadores de primer nivel contrastados así como a la obligación de desprenderse de un titular como Oleson justo antes de la disputa del primer título del año. En lo deportivo, es evidente que las cosas iban mal encaminadas cuando Querejeta tuvo que echar a Ivanovic y recurrir al novato Tabak para intentar reconducir a la desesperada un rumbo que se antojaba absolutamente desviado. Luego llegaron las 17 victorias consecutivas y el pase al Top 16 -se salvó la campaña- pero seguía dando la sensación de que los jugadores no daban la talla, no acababan de asimilar qué es lo que la afición y el club entienden lo que implica enfundarse esta camiseta. Tras una serie de extraños y decepcionantes altibajos ha llegado la oportunidad de escalar un peldaño más y lo cierto es que estos mismos jugadores la han sabido aprovechar. Como afirma el impagable Nocioni -¿se le podría renovar a perpetuidad?- este equipo tiene personalidad; rara, pero su propia personalidad. Las alabanzas y loas se suceden. Estaba a punto de ponerle un notable al equipo cuando me he dado cuenta de que podría faltarle al respeto. Supongo que no querrán que pensemos que han conseguido más de lo que su escasa calidad les permite. ¿O sí?
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