PONES el modo Off durante más de un fin de semana y cuando vuelves, en plenos días de pasión y sin rastro de Quo Vadis -¿por qué, señores programadores, me he perdido este año esos grandes duelos entre Nerón-Ustinov y Petronio y, más tarde, Actea?-, cometes el error de darle al On medio segundo. Así que descubres un nuevo palabro, escrache, y te das de bruces con la gloriosa campaña de churras y merinas que se han montado algunos para ofrecer una versión 2.0 del todoesETA que tape las vergüenzas de una clase política adocenada, encastillada e impotente, principal culpable de la desintegración de la Política como herramienta de representación pública. En el pecado, queridos, está la penitencia; puede que a los que se dedican a eso del escrache no les hayan dejado mucha más opción. Noqueada aún, resulta que las redes sociales te descubren nuevos y curiosos suelos éticos tras la muerte de una persona, por muy criminal que ésta fuera; y no menos curiosas reflexiones sobre la intimidad de la ética. La intimidad de la ética para algunos es inversamente proporcional a las vergüenzas -otra vez las vergüenzas- que esa ética les deja al aire. Más vale que ahí está el cazador de elefantes que susurraba lo siento para alegrarnos un poco la cervecita vespertina con la cuadrilla: pedazo de herencia helvética que le dejó el padre del "majestad, por España, todo por España". Je, todo por España menos la pasta de las cuentas en Suiza. Le das al Pause... y te preguntas cuánto tardará en llegar el domingo, lunes o lo que sea de resurrección.
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