si en algo coincidieron ayer las fuerzas abertzales en el Aberri Eguna fue en la necesidad de que Euskadi se dote de soberanía efectiva e instrumentos de autogobierno para encarar una salida propia a la crisis económica y social que atenaza el desarrollo del país. Y también en la necesidad de reformular un caduco modelo de Estado que se agrieta por momentos -por el descrédito en el que han caído sus principales instituciones y su clamorosa desconexión con la calle- para que Euskadi pueda perfilar su propio estatus político. Ambos mensajes estuvieron latentes tanto en la concentración del PNV en Bilbao bajo el lema Aberri berria (nueva patria) como en la movilización que Sortu encabezó en Pamplona. Pero los discursos de los dos polos político-electorales alrededor de los cuales se han terminando agrupando todas las familias abertzales -frente a la fragmentación del Aberri Eguna en la última década- marcaron acentos diferenciados. Los líderes del PNV -el lehendakari Iñigo Urkullu y el presidente del partido Andoni Ortuzar recuperaron la clásica escenografía de la bicefalia jeltzale- realizaron un discurso muy circunscrito al principio de realidad y de marcado carácter social para hacer aterrizar la soberanía a pie de calle y responder a los retos inmediatos y concretos que plantea la crisis. Una posición inspirada en la capacidad de adaptación o en el espíritu pragmático que históricamente ha caracterizado al nacionalismo democrático, en esta ocasión reforzado por su recién estrenada responsabilidad de gobierno en una coyuntura crítica para el país. Por el contrario, la izquierda abertzale -encarnada ayer por la ortodoxia de Pernando Barrena y Rufi Etxeberria- optó por apelar al principio de placer freudiano realizando un brindis grandilocuente a la independencia, aunque despegado de la realidad por elevación. Y además, el discurso de Sortu -preso de su herencia- no pudo evitar ayer referirse al jefe militar de ETA Thierry, de cuyo fallecimiento responsabilizó a la cerrazón a superar el omnipresente conflicto político vasco, sin que faltara el consabido -pero cada vez más extemporáneo- comunicado de la banda armada con una soflama dirigida a sus presos. El Aberri Eguna dejó un mismo anhelo, pero con perspectivas muy diferentes.