argumentaba con vehemencia el hostelero -y al oírle jaleado por el coro de sus habituales en la barra, uno pudiera pensar que tampoco le faltaba cierta razón- que las obras que traerían la llegada del metro ligero a la ciudad iban a suponer durante varios meses para sus clientes un engorro que le acarrearían bastantes más perjuicios de los beneficios que prometía el invento, "que ya me dirás tú para qué leches queremos un tranvía en Vitoria, donde lo tenemos todo a tiro de piedra". Luego, una buena parte de sus clientes ya va a trabajar en tranvía y a la vuelta, de camino a Lakua, se baja una estación antes para ver quién anda por ahí y echar un pote en su bar. Y ese debate quedó rápidamente eclipsado por otro sobre el carril del bidegorri que pasaría por delante de su establecimiento. Sólo sirve para quitar sitio en la acera para las terrazas y para que los peatones y los clientes se vean perturbados por los ciclistas. "Con esta puñetera moda de las bicis en Vitoria se nos ha ido la pinza, que van como locos sin mirar a quién se llevan por delante". Ahora ha instalado delante de la terracita un aparcabicis que los sábados y domingos por la mañana se peta de biciclos apilados y su barra, de ciclistas que llegan en familia y casco en mano. Pero el debate ya es otro. Ahora empiezan otra vez con las obras para alicatar la Avenida. "A los del Ayuntamiento va y se les ocurre levantar todo para plantar cuatro árboles y meter un río, hombre no me jodas". Y la parroquia le jalea con improperios hacia los políticos.
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