euskadi celebra hoy -como es tradicional desde 1932- el Aberri Eguna, una jornada que tiene lugar en un momento de durísima crisis económica que se está cebando con los sectores más débiles, con traducción directa un fuerte nivel de paro y empobrecimiento de distintas capas sociales. Son momentos que, en cierto modo, conducen a una sensación generalizada de pesimismo, desánimo social y desapego a la política y a los políticos. Y, sin embargo, hay motivos para una razonable esperanza, todo lo matizable y hasta condicionada que se quiera. Es evidente que nuestro país afronta en este momento tres grandes retos que van a marcar el futuro más inmediato, pero también las bases para generaciones futuras: la salida de la crisis y la consolidación de un sistema económico e industrial sólido que fructifique en la creación de empleo y riqueza; la consolidación de la paz definitiva, basada en principios éticos y democráticos de convivencia, memoria de todas las víctimas y respeto de los derechos humanos; y el reconocimiento de Euskadi como una nación que tiene derecho a decidir su futuro y buscar un encaje de acuerdo con las cotas de autogobierno que su ciudadanía determine. En estos tres ámbitos hay, como es obvio, amenazantes nubarrones que nos llevan al pesimismo. Pero también claros que nos permiten atisbar tiempos mejores. Tras casi cuatro años desalojado de Ajuria Enea, el nacionalismo afronta de nuevo este Aberri Eguna con el reto de gestionar desde la responsabilidad de gobierno esta aparentemente endiablada coyuntura. El gabinete del lehendakari Iñigo Urkullu ya se ha puesto a la tarea precisamente en esos tres grandes retos del país y las nuevas perspectivas permiten observar el futuro inmediato con esperanza, no exenta de dificultades y para la que se requiere del concurso de todos aunque haya fuerzas condicionadas por sus intereses cortoplacistas. Hoy el Aberri Eguna mantiene su carácter reivindicativo de una nación que, en virtud de su identidad propia y de su voluntad soberana, busca el sitio que le corresponde en el mundo pero que, con los pies en el suelo, resuelve con el trabajo del día a día los problemas y retos que se le presentan más allá del eslogan fácil y la reclamación perpetua al otro.