el escenario social que ni los peores agoreros podían predecir hace apenas unos meses ya se ha convertido en un hecho. El número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo subió en 59.444 en febrero en todo el Estado, lo que sitúa la cifra total de desempleados en más de cinco millones de personas, un nuevo récord del registro. Euskadi y Álava tampoco se libran de los datos negativos en esta última oleada. En la CAV hay 2.725 personas más en el paro que en el mes de enero -una subida del 1,55%- lo que representa un 178.006 de personas sin trabajo, según los registros de Lanbide. En lo que respecta al territorio alavés, el último mes dejó 525 afiliados menos a la Seguridad Social, con un acumulado anual que alcanza los 7.265 contratos menos. Ante este escenario, un elemento marca la diferencia de los discursos que se escucharon ayer por parte de los responsables políticos. Ante la imposibilidad de abordar el drama social y humano que supone unas cifras históricas que ponen en evidencia el fracaso de las reformas llevadas a cabo desde el gabinete de Mariano Rajoy, portavoces de su Gobierno echaron ayer mano de recursos léxicos para tratar de convencer a la opinión pública de que la deriva del paro se ha ralentizado y que confían en que cuando mejore la situación económica se vaya recuperando también el empleo. Una obviedad que ataca la inteligencia de la ciudadanía y que demuestra la falta de un proyecto real para reactivar el tejido económico hacia escenarios alejados de lo especulativo y del tradicional pelotazo. Por su parte, el lehendakari Iñigo Urkullu no evitó ayer pronunciarse con toda crudeza sobre la actual coyuntura y situó este año como "el peor año de la historia reciente". La lucha para la reactivación económica se ha erigido en la prioridad absoluta del Gobierno jeltzale, que anuncia un plan de choque a favor del empleo, aunque a tenor de algunas posiciones sindicales -guiadas por un maximalismo incomprensible dada la gravedad de la situación- podría no contar con el consenso social que requiere un reto de este calado. La crisis está poniendo a prueba los resortes de la sociedad para superar la adversidad pero también está situando muy alto el listón de los responsables políticos y sindicales para que estén a la altura del desafío.
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