feliz año 4711. Llega el año nuevo chino y con él volverá a batirse el máximo registro migratorio del ser humano. Más de mil millones de personas cruzarán cientos de kilómetros en sólo unos pocos días sin ánimo de mostrar ningún poderío ante nadie; sólo con el objeto de volver a casa. Cargados de regalos, de ilusiones, de aventuras que contar a los lugareños, la nostalgia se abandona por unos días y esas aldeas pobres, tristes y desangeladas se convierten en lugares sin defectos. La magia de volver a tu hogar.

Desde la distancia de occidente o desde la cercanía de los que vivimos en China, el poderío se nota, se palma e incluso atemoriza. Durante varios días se para el mundo. Aquel dragón dormido que nunca quisimos despertar nos da un respiro con una siesta engañosa.

Tras el año nuevo vuelve la actividad. Millones de emprendedores chinos empezarán sus proyectos a finales de febrero, centenares de miles de nuevas contrataciones, empresas con nuevos objetivos crearán nuevos departamentos, ampliarán y se fusionarán; nadie quiere quedarse atrás. El descanso termina con ese billete de vuelta, que devuelve a los chinos a la realidad que les da 12 nuevos meses para hacer dinero y volver a casa de nuevo con las manos llenas sabiéndose triunfadores en uno de los lugares más competitivos del planeta.

¿Y que esperamos los chinos del año de la serpiente? Suerte, cómo no. China empieza el año con muchos objetivos, aunque quizá menos que en otras ocasiones; objetivos más maduros, eso sí. Conscientes de la importancia capital del país en la economía internacional, China se asienta como un moderador de peso, especialmente en Asia y Oriente Medio, cuyos conflictos son los que realmente afectan a su economía. China no es occidente, ni pretende serlo, pero no va a quedarse atrás en temas de modernidad en ninguna faceta.

Con el euro enfermo crónico y el dolar bailando apretado con el precipicio fiscal americano, al yuan se debaten entre dejarse arrastrar por las anteriores o un cambio drástico para liderar el nuevo orden mundial. Pero, ¿seguirá aceptando China convertirse una sociedad cara, centrada en el consumismo y las importaciones y dejando paulatinamente de ser la fábrica del mundo? Es probable que no obtengamos respuesta en este nuevo año, pero seguro que veremos hacia dónde van dirigidas las estrategias a largo plazo.

Desde el punto de vista empresarial, lo cambiamos todo para que no cambie nada. Más importaciones y más consumismo para que el dinero siga moviéndose, para que siga multiplicándose. La ambición china sigue haciendo crecer al mayor país del mundo en unas cifras escandalosas, aunque a veces nuestros economistas nos consuelen/confundan intentando convencernos de que un menor crecimiento es un decrecimiento.

Abramos los ojos, China no sólo no decrece, sino que sigue creciendo a un ritmo demoledor: en 2016 se calcula que será la primera potencia mundial. Se resiente del descenso del consumo de dos de sus mayores clientes, Europa y EEUU, pero ha sabido reconvertirse, una vez más, para dar servicio al resto del mundo (Brics, Latinoamérica, África o Asia).

Cuando se dice que China se ha estancado o decrece, además de faltar a la verdad, se hace desde un prisma realmente manipulado. La única forma de buscar un dato negativo es compararla con la propia China de años anteriores, pues no hay ni un solo país del primer mundo que pueda siquiera acercarse a los datos de crecimiento chinos. La explicación es tan fácil como evidente. China ha dejado de ser un país tercermundista.

Sabiendo que China sigue creciendo, tenemos dos opciones: ignorarlo, seguir pensando que Europa es el centro del mundo, o subirnos al tren. Un tren cada vez más unidireccional, pues cada vez llega más vacío a Occidente y vuelve más lleno a China. Subirse a él significa volver a los inicios, volver a trabajar. Subirnos, ya no como turistas ricos que van a visitar el tercer mundo, sino como emprendedores cargados de maletas llenas de productos, servicios e ideas que pueden funcionar en el mayor mercado del mundo. Pensar que hay un lugar para nuestro producto allí, soñarlo, creerlo y hacer que pase. Podemos, claro está, ignorar que el mundo ha cambiado y que seguimos marcando las pautas. Para todos los demás, los que miran al futuro: feliz año 4711.