En los últimos días hemos leído y oído en los diferentes medios la triste noticia de la confirmación del positivo por doping del ciclista Lance Armstrong. Mala noticia para los que amamos el deporte en general y el ciclismo en particular debido a que la mala imagen del mismo ha calado en la sociedad.

A todos nos da que pensar sobre el deporte de élite y la corrupción instalada dentro de éste. Pero ya es hora de poner la lupa en la práctica de aficionados, que muchos de nosotros practicamos a diario en las calles del pueblo con el único objetivo de pasarlo bien y compartir experiencias. Admiro a todos y cada uno de esos aficionados que a diario se lanzan a practicar su deporte favorito sin esperar reconocimiento público alguno, con el pique sano de la competición desde la óptica meramente deportiva y como único objetivo aprovechar momentos de ocio para mantener vivo el espíritu deportivo. Admiro a la gente que año tras año, cuando se acerca el otoño, empieza a entrenar para preparar una maratón popular con el único aliciente de mejorar su marca personal y compartir ese día con familia y amigos. Admiro al cicloturista que se juega la vida en la carretera con la esperanza de volver a la línea de salida de la dura prueba Quebrantahuesos para compartir emociones con el resto de valientes. Admiro a las personas que en estos momentos preparan su primer triatlón pasada la treintena con la ilusión de un joven veinteañero.

Este es el verdadero deporte, el que nunca veremos en los medios y del que nunca oiremos hablar en la apertura de noticias diarias. Ahora interesa más el morbo del dopaje de Armstrong que el hablar sobre el deportista madrugador, dispuesto a subir a lo más alto de la montaña y bajar corriendo para poder pasar el resto de la mañana junto a su familia.

Gorka Otxoa Manso