iñigo urkullu ha puesto especial empeño -a decir por la composición del esperado gobierno que desveló ayer- en rodearse de un equipo con experiencia de gestión -y no tanto en labores internas de partido- y que guarda un cuidado equilibrio de perfiles, territorial y de género. La experiencia es el rasgo que prevalece en un Gobierno llamado a lidiar con un panorama socioeconómico crítico, para ninguno de los ocho consejeros serán nuevas las dificultades de la gestión pública, y la mayoría de ellos con un conocimiento muy directo sobre el terreno de sus áreas. Tampoco le ha pasado por alto al nuevo lehendakari la minoría parlamentaria que tendrá que sortear y no es casual que el hombre fuerte y portavoz del gabinete de puertas afuera sea precisamente Josu Erkoreka, un diputado de verbo amable que durante más de una década como parlamentario en Madrid le ha tocado curtirse en la interlocución y la negociación en diferentes coyunturas políticas. Y en cuanto a los equilibrios, el primero que destaca es la paridad de género -por primera vez en la historia del Gobierno vasco- y además poniendo en manos de las consejeras áreas tan espinosas como Interior o Educación, en el caso de Estefanía Beltrán de Heredia -quien fuera diputada foral de Agricultura con Xabier Agirre y una de las sorpresas del ejecutivo- y la académica Cristina Uriarte. Se les unen Arantza Tapia en un departamento de fuerte peso económico y la gasteiztarra adoptiva Ana Oregi, una urbanista de reconocido prestigio que fue número dos de Patxi Ormazabal y que vuelve al Gobierno, ahora ya como consejera, en calidad de independiente. Y son precisamente las cuatro mujeres -dos guipuzcoanas y dos alavesas, con cuatro varones vizcaínos- las que ponen el equilibrio territorial. Pero el principal reto del primer gabinete Urkullu es sin duda hacer frente a una de las situaciones económica y social más duras de las últimas décadas -en este terreno la meticulosidad de Ricardo Gatzagaetxeberria será clave- con un galopante crecimiento del paro y un preocupante desmantelamiento de la economía industrial. Y ante este desafío, al Gobierno le compete gestión, pero también intentar generar confianza social e incentivar el tejido productivo. Es la auténtica prueba de fuego de este equipo.