SOBRE el papel, si las circunstancias fueran normales, en un Estado de Derecho la noticia de la detención de un importante empresario -tanto que ha presidido la patronal de dicho de Estado-, acusado de delitos de blanqueo de capitales, alzamiento de bienes e insolvencia punible, sería motivo: primero, de respeto a la presunción de inocencia de los imputados y, segundo, de constatación de que los resortes de ese Estado de Derecho para controlar el cumplimiento de las leyes y penar su vulneración funcionan. Eso, sobre el papel y en circunstancias normales. La realidad es que, cuando un hecho así se produce en un Estado como el español -en el que el Gobierno acaba de franquear la última línea roja del Estado de Bienestar para incumplir su propio compromiso de actualizar las pensiones- y atañe a un señor como Gerardo Díaz Ferrán -autor de recetas para salir de la crisis como "hay que trabajar más y cobrar menos", "los ERE no deben necesitar la autorización previa de la Administración" o "es imposible que un español cobre 15 años de pensión"-, la cosa cambia. Y cambia porque no hace falta ser un lince para ver quien -no solo el señor Díaz Ferrán, sino muchos avezados gestores y economistas como él- ha guiado la política económica de este Gobierno y de otros anteriores, en un claro ejercicio que el refranero español define como "consejos vendo que para mí no tengo". Porque casos como el del señor Díaz Ferrán devuelven el foco al auténtico origen de esta crisis: el fenomenal descontrol que existe en el mundo económico-financiero. Ese mundo que engorda en época de vacas gordas y que, cuando llegan las vacas flacas, no pierde ripio a costa del mismo bolsillo público que denosta pertinazmente. Y así queda en evidencia que, ante esta situación, los gobiernos del mundo optaron y optan -seguramente presionados por señores como el eminente expresidente de la CEOE- por mantener el laissez-faire de buena parte -no sería justo generalizar- de ese mundo económico-financiero. Se ha endurecido el mercado laboral, se han estrechado los servicios públicos, pero todavía está por ver alguna medida de igual intensidad para atajar a futuro los desmanes de estos últimos años. Demasiadas lecciones estamos viviendo para no aprender nada de ellas.
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