Pitágoras fue un genio griego y maestro de matemáticas y geometría. Pensador abstracto por el puro placer de la deducción lógica. Se lo creyó y fundó su propio emporio celestial: la Academia de Crotona, convertida en un seminario entre fortaleza, cárcel y monasterio. Sus estudiantes tenían prohibido el vino, la carne, las habas, el amor y la risa. Odiaba las habas, alimento de gente humilde, y eso fue su perdición. Los pitagóricos, en su orgullo de casta se adueñaron del Estado y fundaron la república ideal. Los habitantes de Crotona se dieron cuenta de que todas las magistraturas estaban copadas por pitagóricos, gente austera, muy seria, aburrida y competente. Rodearon el seminario, sacaron a los inquilinos y los zurraron. En la huida, Pitágoras se encontró ante un campo de habas y, por no esconderse entre ellas, lo capturaron y se lo cargaron.

La cosa ha evolucionado a casta política de caviar y champán en partidos cerrados. Pero mientras ellos refocilan, el resto no puede reírse, no puede comprar carne, ni amor, ni sonrisa. ¿Quién rodeará el seminario? ¿Dónde está la izquierda? Al fondo, a la derecha.