Oriente Próximo vuelve a sufrir la enésima ola de violencia, iniciada esta vez la semana pasada con el lanzamiento de un centenar de cohetes desde la Franja de Gaza hacia el sur de Israel y la consecuente respuesta del Ejército hebreo en forma de bombardeos, ayer de forma especialmente sangrienta después de que los cohetes palestinos alcanzaran el jueves la zona de Tel Aviv, lo que ha supuesto un antes y un después en el conflicto. Israel no deja de responder a estos lanzamientos con el Ejército y los bombardeos han alcanzado ya el cuartel general de Hamás en Gaza en la ofensiva israelí sobre la franja, la más violenta desde 2008 y que ya ha provocado la muerte de, al menos, 60 palestinos, muchos de ellos niños. Una situación de extrema gravedad en una zona ya de por sí conflictiva y próxima a Siria, donde el régimen de El Asad continúa masacrando a la población en una guerra civil de final incierto con intensos combates entre los dos bandos -Turquía solicitará formalmente a la OTAN el despliegue de misiles en su frontera con Siria-; y a Jordania, que tiene en cuestión el mantenimiento en el poder del rey de Abdalá II, al igual que ocurriera en Egipto y Túnez en la conocida como Primavera Árabe, tras la subida de los precios del gas y el combustible que ha provocado la ira de los ciudadanos contra la política económica, de la que responsabilizan al monarca. Hamás, que no puede apoyarse en el precario régimen sirio ni en el Hizbulá libanés inmerso en sus propios problemas, cuenta con el respaldo de Egipto, gobernado ahora por los Hermanos Musulmanes, Turquía o Catar. Además, en unas semanas la ONU tendrá que pronunciarse sobre la demanda de que Palestina sea reconocida como Estado observador, sin olvidar que el primer ministro israelí Netanyahu tiene elecciones anticipadas a principios del año próximo. La movilización de 75.000 reservistas por parte del Gobierno israelí se ve, más que como una medida de presión hacia Hamás, como un paso más hacia una posible incursión terrestre en la Franja de Gaza. Estados Unidos, tradicional aliado de Israel -de quien el recién reelegido presidente Obama aseguró que le asiste "el derecho a defenderse" si bien trató con el primer ministro turco Erdogan la actuación en la zona-, y Egipto, que tiene capacidad para influir, deberían intentar detener un enfrentamiento de repercusión internacional.